La familia del bar Royal

Era una de esas tabernas de la Almería profunda con olor a tabaco y al betún de los limpiabotas

La calle  Aguilar de Campoo donde se observa el toldo del Royal y la entrada del Mercado.
La calle Aguilar de Campoo donde se observa el toldo del Royal y la entrada del Mercado.
Manuel León
22:14 • 30 sept. 2018

Era el Royal una de esas botillerías de la Almería profunda, que se mantuvo abierta tres décadas, entre los tiempos de los ponches perfumados de vainilla y los de la Orange Crush. Flotaba su gran toldo de lona frente  al pórtico del Mercado y su barra de mármol guardó amor, juegos y penas de aquellos primitivos  asentadores de la alhóndiga y de los cargadores que llegaban de madrugada desde la Vega con el ansia de calentarse la garganta con una copa de anís. 



En el Royal aprendieron a conocerse mejor, entre charlas  y cafés apresurados, los vendedores de las barracas de la Plaza: carniceros como Rafael Martínez o Manuel López, padre de los Briseis o José Día López, el patriarca de El Molino de los Díaz; el verdulero Antonio Martínez; Manolico el de los quesos; pescaderos como Verdegay o Lucas López; recoveros como Miguel García  o aquel Pepe García que vendía patatas pregonándolas por tamaño y procedencia. 



Ese bar tan típico de la Almería más intensa, de carreros y trajinantes, con olor a  tabaco de liar y al betún de los limpiabotas, fue abierto con los caudales ahorrados por los Oyonarte, una familia de aventureros laujareños que, tras hacer las américas, cumplieron su sueño de comandar un negocio propio.



Salvador y Cristóbal Oyonarte García, hijos de Andrés Cuatro orejas, un comerciante del pueblo de Villaespesa, sacaron billete de barco  al Nueva York de los años del charlestón. Allí, entre los primeros rascacielos, entre grescas navajeras de napolitanos y sicilianos, Salvador y Cristóbal se afanaron en empleos de baja estofa que no les permitían ahorrar lo esperado para enviar a la familia. Ambos hermanos estaban casados con sendas hermanas y paisanas: Salvador con Amalia y Cristóbal con Salud Rodríguez Blanes.



Tras su aventura en Manhattan, decidieron hacer de nuevo el petate y marchar a la Argentina, de donde habían recibido cartas de amistades que les hablaban del ganado de la Pampa, de la vendimia de Mendoza, de la bohemia en  la avenida Corrientes.  Allí se emplearon como pinches en el restaurante de un tren correo que cruzaba la frontera de Los Andes, entre Chile y Argentina. Y a la vuelta compraron, con el dinero que traían escondido en un pañuelo, una panadería en su pueblo. Pero conforme se iban cargando de hijos, fueron comprobando cómo el negocio se les quedaba pequeño. Y en un viaje a la capital, en 1925, le echaron el ojo a un local que se había quedado varado en la calle Aguilar de Campoo, junto al Mercado, el Hotel Inglés y el antiguo café cantante Lyon D’or, del que heredó algunos de los espejos que le dieron nombradía.



A esa céntrica bocacalle, donde también estaba la casa de especias La Fama, el nuevo bar de los Oyonarte contribuyó a acrecentar su aspecto populoso por el que transitaban mujeres camino de la compra de fruta fresca diaria y hombres que encontraban en el Royal una excusa para darse el gusto de ventilarse un opíparo desayuno.



Salvador, el mayor de los dos hermanos del Royal, tuvo once hijos Oyonarte Rodríguez: Josefa, que murió de tuberculosis; Salvador, que volvió a la Argentina, regentó el Casino de Mendoza, el Centro Asturiano  y el Hogar Andaluz, donde se celebró una comida homenaje a Lola Flores.



Allí murió Salvador en un accidente de tráfico; Emilio, que se casó con Rosario, hija del fundador de Casa Puga, gran amigo del actor Jorge Mistral; Cristóbal, que también emigró a la Argentina y se empleó  en el restaurante La Martona, en la calle Florida de Buenos Aires y después en el restaurante La Vascongada; María Salud, que emigró a Brasil; Cecilio, que llevó también con su hermano Salvador el restaurante del Casino de Mendoza; María Dolores, que tomó los hábitos de monja clarisa; Angelita, maestra, se casó con Juan Martín Hidalgo - primo del periodista Martimar-  trabajó como administrativo en el diario Yugo; Vicente, que emigró también a Buenos Aires donde regentó una exitosa cadena de pañerías; José, soltero marchó como sus hermanos a Buenos Aires, volvió a Almería y murió en la residencia Ballesol; Andrés, el benjamín, falleció con tan solo ocho años.  Cristóbal Oyonarte García, el cofundador del Royal, falleció joven, y sus hijos fueron criados por su viuda María Salud, con el apoyo de su hermano Salvador. 


En la foto familiar, como Salvador era muy supersticioso añadió al grupo a su sobrina Rosa, puesto que el matrimonio y los once hijos sumaban trece. Rosa es la primera de pie de la izquierda, que después se casó con Antonio Avivar, empleado del Banco Español de Crédito. Andrés Oyonarte, otro hijo de Cristóbal, se casó Dolores Torres Royón, e hicieron su vida en Murcia. Y otro más, Salvador, fue empleado del Banco Hispano Americano.


Primo de los patriarcas fue Gabriel Oyonarte Valdivia, que regentó el restaurante Las Conchas, el Puente de Hierro, los ambigús del Casino y de la Estación de Autobuses y el Club Hípico. Su hermano Vicente estuvo al cargo del restaurante del Campamento de Viator.


Aquel Royal, como tantos otros míticos bares del centro de la ciudad, cerró sus puertas en 1954, tras el envejecimiento de sus fundadores y la emigración de la prole.



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