Odisea por Islandia a golpe de pedal

Cinco almerienses participan en una expedición tras las huellas de los balleneros vascos

El pelotón estuvo formado por once ciclistas atraídos por la historia y el destino.
El pelotón estuvo formado por once ciclistas atraídos por la historia y el destino. La Voz
M. Ibarra
18:10 • 19 ago. 2018

Unidos por la misma pasión por el deporte y la fuerza de su espíritu viajero, cinco almerienses se sumaron  al proyecto ‘Islandia, tierra de aventura. Tras los pasos de los balleneros vascos’ a través de la plataforma web ‘Sube a la bici’, del promotor Arturo Martínez. Vinculado a Almería, donde se ganó la vida durante cuatro años, este vitoriano organizó una ruta para acercar un hecho histórico a los que, como él, sienten debilidad por el cicloturismo. “Personas que viajan en bicicleta hay muchas, pero con un proyecto detrás no son tantas. La  investigación histórica es la mejor manera de enganchar a la gente a desplazarse en bici”, explica Martínez.



La historia se remonta a 1615, cuando un grupo de balleneros vascos naufragaron en Islandia después de recorrer Canadá y Groenlandia. Pasaron unos meses en el país hasta que una serie de circunstancias desconocidas desencadenaron en una persecución. Finalmente, en Ögur le dieron muerte a 32 de ellos, cuya atrocidad se dio a conocer como “la matanza de los españoles”.



En pleno siglo XVII, el poderío de los balleneros era indiscutible. La grasa de las ballenas era el petróleo de hoy gracias a la cual se iluminaba parte de Castilla y sus monumentos. Teorías que argumentan el suceso hay muchas, desde que los vascos robaron el ganado en una época de pobreza hasta que conquistaron a alguna mujer islandesa o simplemente fue una decisión del sheriff para ganarse la simpatía del rey danés, pero ninguna de estas conjeturas está confirmada. Tuvieron que pasar 400 años hasta que el pueblo islandés derogó en 2015 la ley medieval que permitía acabar con la vida de los vascos. 





Volviendo la noticia a los medios, Martínez vislumbró en este suceso una explicación por la que iniciar su expedición histórica, cultural y deportiva. Así fue cómo el proyecto nació a finales de 2017, aunque no fue hasta 2018 que empezó a tomar forma. “Quería profundizar en el tema, así que dividimos el proyecto en dos etapas: una en el País Vasco, del 30 de junio al 2 de julio, y la segunda en Islandia, del 7 de julio hasta el 27”, relata. 



En esta primera fase, un pelotón de cuarenta ciclistas se dedicaron a recorrer los pueblos vascos vinculados a la actividad ballenera. “Visitamos las localidades donde se construían los barcos. Nos entrevistamos con historiadores, entre ellos Xabier Alberdi y Álvaro Aragón, y cenábamos en sidrerías porque la sidra está muy vinculada a los balleneros, pues gracias a este elixir no enfermaban”, especifica el vitoriano. 





Islandia



En la segunda etapa, el grupo se redujo a once personas y fue ahí donde entraron en acción los almerienses Francisco Romero, Gabriel Galdeano y los hermanos Francisco, Ramón y Jorge Ortega. “Realmente me sorprendió que se animaran a venir por el destino que era. Sabíamos de antemano que las condiciones climatológicas no eran las más favorables”, admite Martínez. El resto de integrantes lo formaban ciclistas de Aragón, País Vasco, Castilla y León y Madrid. 



Uno de los retos a los que se enfrentaron en esta ruta de veinte días de duración fue al de la convivencia. “Ha sido como un Gran Hermano, pero ha resultado una experiencia enriquecedora y hemos conectado con personas maravillosas”, confiesa Ramón Ortega, que admite haber cumplido uno de sus sueños: pedalear con Miguel Soroa, de 75 años de edad, procedente de Guipúzcoa. Pese a las condiciones meteorológicas, el pelotón cumplió con éxito su cometido. “Desde que llegamos al aeropuerto islandés empezamos a pedalear. Hemos recorrido casi 1.000 kilómetros en etapas de 55-65 kilómetros” detalla Martínez, quien reconoce que, para los almerienses, adaptarse al clima fue un auténtico desafío. “El peor día de nuestro invierno es el mejor allí. Nos dejamos caer el 7 de julio con una diferencia de temperatura de 20ºC. Estamos acostumbrados a paisajes más cálidos y la lluvia es el peor factor para cualquier ciclista”, señala Ortega. Pero cuando te acostumbras, todo tiene sus ventajas. “Gracias a este viaje descubrí que subir a los puertos es mejor hacerlo con frío”, señala su hermano Jorge Ortega. 




Por su parte, los cinco almerienses coinciden en que enfrentarse al frío, al viento y a la lluvia ha merecido la pena. “Hemos pedaleado entre glaciares, volcanes, fiordos… en un paisaje totalmente salvaje. Nos hemos topado con contrastes que no habíamos visto antes”, testifica Jorge. “En este escenario, éramos nosotros los que parecíamos los extraños dentro de tanta naturaleza”, define Martínez, que describe el país como un “lugar inhóspito y lejano”.


Etapas

Desde el primer momento, estos cicloturistas se embarcaron en la aventura de conseguir información gráfica sobre la historia de los balleneros. Para eso, hicieron varias paradas en los pueblos que tenían una clara conexión con este hecho. “Me sorprendió que la biblioteca nacional conserve como oro en paño el pidgin del siglo XVII, un diccionario de 700 palabras en vasco-islandés”, afirma Francisco Ortega. Para mantener informados a los seguidores de la plataforma ‘Sube a la bici’, actualizaban diariamente la web con las mejores imágenes. 


Una de las paradas principales tuvo lugar en Reikiavik el 10 de julio, donde se entrevistaron con la hija del último ballenero vasco expatriado, Sigrún Antonsdóttir. 


En Hólmavík, fueron invitados a recorrer las instalaciones del museo de la brujería. Aquí les informaron de otra de las sospechas sobre la persecución de los balleneros vascos: que tenían poderes sobrenaturales y por eso acabaron con ellos. El tercer punto destacado de su recorrido tuvo lugar en Sudavik, donde se reunieron con españoles residentes y celebraron el encuentro con una paella. 




En los distintos municipios, la expedición se percató de la importancia de la historia de los balleneros vascos para Islandia. El historiador Ólafur J. Ensilbertsson reconoció que tienen muy presente este hecho. “No es algo de lo que se sientan orgullosos, pero no lo ocultan. Lo recuerdan para que no se vuelva a repetir”, narra Martínez.


Aunque Islandia es el único país donde todavía está permitida la caza de ballenas, la opinión empieza a cambiar. El negocio está ahora en el avistamiento de estos animales del mar por parte de los turistas. “En nuestra expedición pudimos ver ballenas en Husaik, donde hay un museo dedicado a los cetáceos y recoge la historia de los vascos, y Akureyri”, relata Martínez. De hecho, Gabriel Galdeano cuenta que nadie en Islandia consume carne de ballena, si no que son los turistas los que la piden: “Están concienciados y yo intento portarme fuera como me gustaría que se portaran en mi país”.


Proyecto

Tras poner en marcha una campaña crowdfunding y lograr el objetivo fijado, Martínez asegura que ha llegado el momento de dejar el proyecto en manos de profesionales. “Hemos conseguido información sobre este hecho histórico muy valiosa. Ahora contrataremos a una productora vasca o madrileña para que la editen en un documental”, explica. Un vídeo que espera dar la vuelta a España a principios del próximo año y ser presentado en las ciudades que se han visto involucradas en el viaje, donde Almería ha tenido un peso importante.


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