“La vejez no está socialmente bien vista”

Entrevista con María del Mar Pageo Giménez, nueva presidenta de Cruz Roja Andalucía

María del Mar Pageo, en un momento de la entrevista
María del Mar Pageo, en un momento de la entrevista Juan Sánchez
Antonia Sánchez Villanueva
07:00 • 27 may. 2018
Dos colores visten su vida profesional y personal: el blanco de la bata de médico y el rojo del chaleco de Cruz Roja. Con esos atuendos lleva tres décadas acercándose a personas que sufren para ayudarles a recuperar su dignidad. Orgullosa de la institución humanitaria y de lo que representa, ahora asume la presidencia en Andalucía tras dirigirla durante tres años en Almería.
Dar el salto a las decisiones de despacho no le ha hecho perder el contacto con la gente de a pie. De vez en cuando se pone de nuevo el chaleco y se va a ayudar con alguna patera. Habla maravillas del equipo técnico de Cruz Roja y compagina con mucho sacrificio pero mucha convicción la tarea humanitaria con su consulta de geriatra. Por ahí empieza la entrevista. 

¿La figura de los abuelos en nuestra sociedad está bien valorada?Qué va. Hay un rechazo a la vejez, el envejecimiento socialmente no está bien visto, lo vemos en la publicidad. Es verdad que va cambiando un poco pero en líneas generales hay una gerontofobia importante.
¿En qué lo detecta?Lo que se ensalza es lo joven, lo bello, y lo viejo no se hace visible. Cuando tú envejeces, te apartan del entorno. Hombre, yo soy geriatra, y a nivel individual en las familias sí se valora, pero es verdad que a veces notas que hay muchas personas mayores que viven en mucha soledad a pesar de tener familia. ¿Por qué? Porque vivimos en sociedades con mucho acelero, con mucho trabajo. No estamos preparados, por un lado, para envejecer y asumir esa pérdida de roles, pero tampoco para cuidar a nuestros mayores, sobre todo cuando empiezan a incapacitarse. Parece que todo depende del médico y de las medicinas, pero hay una serie de medidas no farmacológicas, el entorno social, cómo los atiendes, cómo los cuidas, que inciden mucho para prevenir esa incapacidad, pero no estamos preparados para hacerlo.
¿Hemos dejado de darle valor a la experiencia?Creo que, efectivamente, no se valora. Yo tengo un sesgo importante porque trato a personas mayores cuando están enfermas y se están incapacitando. Ahora, afortunadamente, una persona con 65 años tiene una expectativa de vida de 20 años, y mucha de ella sin incapacidad. Tienen una experiencia, una trayectoria, que debería escucharse más porque nos pueden aportar y enriquecer. Luego están los mayores que empiezan con deterioros y patologías, cuando hablo de cuidar y de proteger y de empezar a asumir eso, me refiero a ese grupo.
Hace unos días publicábamos que ha crecido el número de suicidios por soledad entre los mayores. Es lo que hablamos. Cuando un mayor es independiente y mantiene una vida activa, bien. Pero cuando se empieza a incapacitar y la misma familia, por su dinámica del día a día, va apartando al mayor, este va entrando en soledad. Empieza a perder roles, sus capacidades de decisión, depende de los demás. ¿Qué expectativa de vida tiene? Entiendo que aumenten los suicidios, por esa sensación de inutilidad y de falta de expectativas. Primero tiene que asumir que va a empezar a perder roles, para eso hay que prepararse y falta preparación. Pero también tendemos a tratar a nuestros mayores con una actitud paternalista. ¿Les preguntamos qué quieren hacer cuando se están produciendo esas cosas? No lo estamos haciendo, no respetamos eso. 
¿Hay una red social suficiente para atender a las personas mayores, incluyendo recursos públicos y familiares, para la realidad de una población que envejece?Ahora mismo claramente no. No es que lo diga yo, lo dicen las estadísticas. No hay recursos, insisto, sobre todo cuando las personas mayores empiezan a perder autonomía. Es verdad que los centros de día están trabajando muy bien pero hacen falta muchos más.
Asume la presidencia de Cruz Roja en Andalucía, una comunidad grande y fronteriza y con bolsas de pobreza importantes, ¿cómo se afronta eso desde una institución humanitaria y cómo lo enfoca ahora que se pone al frente?En Cruz Roja somos personas que atendemos a personas, y fundamentalmente vulnerables. Lo hacemos con programas dirigidos específicamente a esos grupos, siempre con una visión integral. Cruz Roja no está para suplir necesidades puntuales, lo que pretende hacer con la persona es capacitarla para que ella misma sea capaz de salir de esa situación. La de Andalucía es una Cruz Roja potente, en 2017 se ha atendido a más de 700.000, y yo voy a continuar la labor que lleva haciendo desde hace muchos años. Somos una Cruz Roja potente también en población migrante. Tenemos una situación estratégica. En 2017 triplicamos la cifra de personas que llegaron a nuestras cosas, de 6.000 y pico hemos pasado a más de 18.000. Esta situación va a seguir aumentando, y Cruz Roja va a seguir estando ahí. 

El de acogida y atención a personas migrantes es uno de los programas muy consolidados, ¿en este tiempo han encontrado incomprensión de la población?Bueno, a veces es cierto que hay un sesgo de racismo. Sería mentira si dijéramos que no, pero en general la población es bastante receptiva. De ahí la importancia de la educación y de la formación. 
¿Dónde está el mayor problema social hoy, el colectivo al que más hay que dirigirse?Son muchos, pero la población migrante, por supuesto, y los refugiados. Tenemos un programa puntero que iniciamos el año pasado y en el que la Junta nos va a respaldar, que es la trata de seres humanos. El año pasado atendimos a 150 mujeres en Andalucía, que parece una cifra pequeña pero no lo es. También la crisis ha dejado una secuela muy importante y es la falta de empleo en jóvenes no preparados, sin estudios, y los mayores de 45 años. Nuestros proyectos de empleo están focalizados a esta población. También hemos crecido en atención a la población mayor de la que hablábamos antes, con problemas de soledad, que están en casa. Pero el reto que hemos planteado este año es trabajar aún más con mujeres y con niños en situación de vulnerabilidad. 
En el año 2018 parece que estamos viviendo un segundo despertar en la conciencia sobre la situación de la mujer, ¿cómo se puede aprovechar este momento?Creo que es fundamental la educación y la formación de los niños. La manera de hacer una sociedad mejor es a través de la educación. Educar a los niños en valores, en empatía y en igualdad. Las diferencias de género se tienen que hacer patentes cada día a nivel individual. Muchas veces no somos conscientes de que nosotros mismos estamos ejerciendo esas diferencias. Tenemos sesgos individuales que lo siguen perpetuando.
Insiste mucho en la educación. ¿Tiene un diagnóstico de por qué se están rebajando valores humanitarios como la dignidad del otro, el respeto, incluso la vida…?La pregunta tiene tela. Es verdad que los valores están devaluados. Una cosa que creo que ha influido es el cambio de las dinámicas familiares. En la formación de la persona tiene mucho que ver la familia, y estas dinámicas de prisas, de mucho trabajo, de preocuparnos por nosotros mismos y no por el entorno, ha llevado a que la educación de nuestros hijos la hemos delegado mucho en las escuelas y los maestros. Ellos también tienen una responsabilidad pero el núcleo familiar es importantísimo. Y, desde hace unos años, nos hemos parado poco en eso, el padre y la madre estamos fuera de la casa, no nos paramos con los hijos a disfrutar, a jugar, a compartir, queremos hacerles todos los caprichos y protegerlos mucho, no los preparamos para la frustración tampoco.
Hay quien cogería ese argumento y diría que la culpa es de que las mujeres se han incorporado al mercado laboral y han dejado de ocuparse de la educación de los hijos en exclusiva. Claro, pero volvemos a una cuestión de género, no hay responsabilidades compartidas, y debería haberlas. Y para eso hay que educarse . 
El problema es entonces la falta de corresponsabilidad. Es que no la hay. La educación de un hijo depende del padre y de la madre. Y en eso es en lo que hay que hacer el esfuerzo. A veces no nos paramos a pensar qué estamos haciendo con nuestros hijos, ni con nuestra vida, y si realmente tenemos un compromiso con la sociedad en la que vivimos. Ya lo dijo Aristóteles, los humanos somos seres sociales, y cada vez somos menos sociales y existe más el hedonismo hacia uno mismo sin pararse a pensar en cómo está evolucionando la sociedad.
En una década ha habido tres almerienses al frente de Cruz Roja Andalucía, ¿es casualidad?No, no lo es. Es que Almería ha tenido la suerte de tener a Pepe Mario [Albacete], a José Carlos [Sánchez], que han hecho una Cruz Roja muy potente. Han sido personas muy válidas con las que yo empecé hace treinta años, y ellos trabajaron con mucho compromiso y mucha implicación, y por eso llegaron a Cruz Roja de Andalucía. Casualidad no, gente preparada, válida, y comprometida socialmente. 
¿Va a tener que dejar la presidencia de Almería? Probablemente en los próximos meses la tenga que dejar, sí. 
 Imagino que le costará...Será con todo el dolor de mi alma. Hemos hecho cosas muy importantes porque hay un equipazo aquí en Almería, y yo estaba muy a gusto. Ahora tengo nuevos retos, el foco se ha ampliado a las ocho provincias andaluzas. 
¿Qué es lo que más le emociona en Cruz Roja?Llegar a la persona que nos necesita. Yo antes estaba atendiendo pateras, y de vez en cuando vuelvo a salir, porque a mí lo que realmente me emociona es ver lo que hacemos con las personas. Es lo que me da fuerza para luego gestionar en el despacho.
¿Durante la crisis ha subido la solidaridad real o ha habido una burbuja de ONGs?Sería temeraria si valorara a otras ONG, no me voy a meter en eso. Hay muchas que desconozco y otras que conozco y que lo están haciendo magníficamente, y creo que debemos trabajar apoyándonos unas a otras. La solidaridad en la crisis sí ha aumentado, pero también hay que trabajarla. 
¿A qué se refiere con trabajarla? ¿Hay gente que se acerca con una falsa solidaridad?
Me refiero a aumentarla y sensibilizar. ¿Sabes qué ocurre? Que toda esa población vulnerable de la que hemos hablado no es visible. La trata de seres humanos la vemos en televisión y parece que está pasando en Siria, en Marruecos, y está pasando aquí en Almería. Estas cosas hay que transmitirlas y esa responsabilidad también la tenemos ONGs como Cruz Roja, transmitir cuál la realidad social de nuestro entorno cercano.  Creo que la gente, si conociera todo eso, sería más solidaria en todos los sentidos, tanto en actividad voluntaria como económica, como en aproximarse a las personas. 
¿Las situaciones de trata de personas son habituales en Almería?Sí, con mujeres y niños que llegan a nuestras costas. Gran parte de las mujeres que vienen en patera son víctimas de trata. Todos los que intervenimos en pateras estamos formados para detectarlo. Ellas no te lo cuentan, pero la mayoría de las veces vienen para ser prostituidas.
¿Ellas lo saben o son engañadas?La mayoría de las veces lo saben. Esas mujeres que llegan a las costas llevan a lo mejor una travesía desde su país, pongamos Mali o Camerún, de cuatro y cinco años. Van pasando por distintos países, se van prostituyendo, dedicando a la mendicidad, y hay mafias detrás, y nosotros lo estamos viendo aquí en el día a día. 
¿Qué más realidades ocultas conviven con nosotros sin que las veamos?Sigue habiendo mucho paro, y sobre todo de personas mayores de 45 años y jóvenes. Si encima no tienen capacitación, el acceso al mundo laboral es prácticamente imposible. Son secuelas de la crisis que hemos pasado y detrás hay personas y familias con hijos. Hay personas que están viviendo todavía en la miseria, y sigue habiendo familias en la calle. 
¿La recuperación económica no se está permeabilizando a la sociedad?No ha llegado, nos queda mucho por hacer. 
Los jóvenes sin formación se han quedado entonces sin red. Nosotros en proyectos de empleo hemos crecido también mucho. Nosotros trabajamos con población parada, pero con la más desfavorecida, para la que entrar en el mundo laboral es dificilísimo. Y en nuestros itinerarios de empleo tenemos una inserción del 58%. En algún momento he oído contar a alguna de estas personas cómo se siente cuando empieza a trabajar, a tener un dinero, a poder cambiar de entorno, a recuperar la dignidad, que al fin y al cabo es lo que hacemos, recuperar dignidades, y se te pone el vello de punta. 
Cruz Roja va a cambiar a corto plazo de sede y se trasladará a un edificio donado frente al Mercado Central. ¿Cómo van esos planes de traslado?Está todo el proyecto ya, ha pasado por todas las fases que tenía que pasar en el Ayuntamiento y ahora estamos pendientes de algo en Cultura. 
¿Eso cómo va a incidir en la atención?Ahora mismo tenemos una sede muy bonita, alejada del centro, pero poco accesible y que se ha quedado muy pequeña. Lo que va a cambiar es que vamos a reunificar toda nuestra atención en una sede digna, a la altura de las personas a las que atendemos, y en una ubicación magnífica. 
¿Cuál cree que ha sido la clave de que Cruz Roja sea un movimiento internacional que suma más de 150 años de vida y mantiene unos principios que todos respetan?Yo creo que una de las claves está en que se ha sabido adaptar. Empezó con la atención sanitaria en una guerra, porque había heridos y había que atenderlos a todos independientemente del bando. Luego se fue reconduciendo hacia la atención social y contra las desigualdades porque es lo que la sociedad necesita ahora. Otra clave es trabajar con rigor y con transparencia. Creo que son valores importantes. Hay que seguir defendiéndolos, explicando a la sociedad qué hacemos y cómo lo hacemos, hay muchas personas, y las administraciones, que confían en nosotros. Y, claro, para que confíen en nosotros tenemos que ser transparentes a la hora de funcionar. 
Estamos en etapa de declaración de la renta, ¿cómo convencería a la gente para que marque la casilla de las causas sociales?Que no duden de que su dinero se va a emplear en llegar a personas que lo necesitan. Hay mucha necesidad muy cerca de nosotros y que no duden en dar ese 0,7% a organizaciones, porque van a dar cumplida cuenta de él. Creo que es muy importante a nivel personal ser responsables con la sociedad en la que vivimos y comprometernos con la desigualdad. No quiero ser moralista, desde la humildad más absoluta, pero yo creo que debemos comprometernos con las desigualdades y transmitirlo a los niños y jóvenes. No es justo que las haya. 










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