“He bebido alcohol de farmacia con zumo, lo mío llegó a ser muy salvaje”

Hablan mujeres alcohólicas rehabilitadas: cómo era su vida antes y cómo ha cambiado todo ahora

María y Antonia, protagonistas de este reportaje, charlan con Lola Sánchez, psicóloga de la asociación ARA.
María y Antonia, protagonistas de este reportaje, charlan con Lola Sánchez, psicóloga de la asociación ARA. La Voz
Rosa Ortiz
12:07 • 14 abr. 2018

Antonia recuerda la noche del 13 de noviembre de 2016 como una de las más difíciles de su vida. Aquel día, su hijo llegó a casa y la encontró muy bebida en el sofá. “Intenté hablar y no pude. Él me dijo: ‘mamá, estás borracha’. Me dio tanta vergüenza que al día siguiente por la mañana llamé y por la tarde vine.  Atravesé esta puerta y para mi fue la salvación”. El lugar al que Antonia llamó, a donde acudió, la puerta que atravesó, fue la de Alcohólicos Rehabilitados de Almería (ARA). Lleva año y medio de abstinencia.



Su ex marido se fue con otra mujer hace 18 años y se encontró con tres hijos adolescentes y una enorme deuda. Aquel fue el detonante. Empezó a beber a diario, a las seis o siete de la tarde, cuando llegaba a casa del trabajo. Siempre cerveza. Al principio, un litro, mientras le preparaba la cena a los niños. Luego, subió a dos y más tarde a tres. Cuando los hijos crecieron y se fueron a estudiar fuera, Antonia sintió que necesitaba beber más para obtener el mismo efecto. “Solo quería dormir, olvidar”. Con el tiempo, llegó a ingerir seis litros de cerveza al día.



En los últimos meses antes de empezar con la rehabilitación sumó a ese consumo el de otras bebidas, como limoncello u orujo, que compraba por Internet para que no la vieran en el supermercado del barrio. “Ya no controlaba. Hasta cuando me he visto sin nada, he llegado a mezclar alcohol de farmacia con zumo. Lo mío fue muy salvaje, muy de libro. Pasé un verdadero síndrome de abstinencia. Si no he vuelto a tener ninguna recaída es porque no voy a volver a pasar por aquello nunca más. Se me quedó marcado a fuego”, relata.



“Antonia vino emocionalmente destrozada, con mucho sentimiento de culpa. En su caso, además, el apoyo familiar ha sido nulo”, explica Lola Sánchez, directora técnica de ARA y psicóloga de la entidad desde hace 29 años. El ángel de la guarda de Antonia desde que esta mujer -educada, culta, de gran prestigio profesional en su campo- decidió dar un paso adelante y dejar de beber aquel 13 de noviembre. 



Terapia
La asociación atiende en terapia actualmente a 130 personas. De ellas, menos de 25 son mujeres. La cifra supone apenas el 15 por ciento del total de los pacientes que está en rehabilitación, un porcentaje engañoso que encierra el universo de mentiras, excusas y justificaciones en el que permanece semioculto el alcoholismo femenino. “Hay muchas mujeres, te diría que casi la misma cantidad de hombres que tienen problemas con el alcohol. Lo que ocurre es que muchas beben a solas, en casa, a escondidas. Y son pocas quienes asumen y reconocen lo que les pasa”, cuenta José Salvador González,  presidente de ARA, 19 años de abstinencia.



El sentimiento de vergüenza, la discriminación social - “para nosotras, no hay posibilidad de eufemismo; somos borrachas o alcohólicas”-, la obsesión por ocultar cualquier pista, dificulta el acceso de las mujeres a las terapias de rehabilitación. Por eso desde Alcohólicos Rehabilitados de Almería creen que es importante que se hable alto y claro de este problema, de una enfermedad que se vive en la intimidad, en un combate permanente contra los síntomas externos de la borrachera.



Cuando notaba que se me trababa la lengua, dejaba de hablar hasta que se me pasaba. Ese día, mi ex marido y mi hija me notaban seria, como si estuviera enfadada, pero nada más”. Lo cuenta María, 63 años, monitora de la asociación para las recién llegadas, casi seis en abstinencia.



En su caso, bebía cava, de la mañana a la noche, dos botellas diarias. Las escondía en un hueco angosto detrás de la lavadora, para que nadie las viera. Y allí las colocaba de nuevo cuando estaban vacías, a la espera de quedarse sola para poder tirarlas al contenedor. “Tenía una madre con Alzheimer, una pareja con la que llevaba una vida insulsa. Buscaba algo que me sacara de aquella rutina y de aquel estado de ánimo terrible y el cava me daba esa felicidad. El sitio de mi recreo era mi casa. A mi me gustaba beber, no concebía la vida sin alcohol, el problema es que tengo mucha facilidad para engancharme. Hubiera querido que me enseñaran a beber moderadamente, pero eso es algo que no existe”, relata. Los dos primeros años soñaba a menudo con que volvía a recaer. “Me despertaba con eso que los alcohólicos llamamos resacas secas. Sabía que no era real, pero me atormentaba la idea de que volviera a pasar”.


La vida sin anestesia que María lleva desde hace seis años le ha permitido recuperar a la mujer de mirada risueña y chispeante que era antes de que la adicción la atrapara. “Gracias a la terapia he recobrado la libertad, la sinceridad, la vida”, dice. 


Los efectos del alcohol en las mujeres
Las mujeres metabolizan peor el alcohol que los hombres. Aun bebiendo la misma cantidad, ellas presentan un mayor grado de alcohol en sangre. Un ensayo realizado por el Hospital Bellvitge de Barcelona confirmó también que el alcohol causa en las mujeres más complicaciones nutricionales y metabólicas. Ellas son más propensas a desarrollar miocardiopatía alcohólica, sufren más depresiones y presentan una pérdida neuronal mayor. 


Temas relacionados

para ti

en destaque