El chalecito solitario de los pleitos

La casa de recreo que fue de los Jiménez Guiard se podría convertir en centro turístico o de hostelería

La casona burguesa fue edificada en los años 20 por Enrique López Rull y tiene un grado 2 de protección.
La casona burguesa fue edificada en los años 20 por Enrique López Rull y tiene un grado 2 de protección.
Manuel León
01:00 • 20 jul. 2016

Está la casona color tabaco claro en el confín de la Almería de Acá, más allá del Quinto Pino, como  una cerilla hincada junto al delta del agotado Andarax.




Acumula años y años de litigios -aún está en ellos- entre los antiguos dueños, los Jiménez Guiard, y el actual propietario, el Ayuntamiento de la capital.




El periférico chalecito no es ni mucho menos la quintaesencia de la arquitectura  burguesa almeriense, pero tiene un grado de protección 2 y fue edificado en su origen, en los años 20, por Enrique López Rull, uno de los apóstoles de los edificios historicista de la Almería horizontal.




A mediados de los años 40, la vivienda unifamiliar de recreo fue adquirida por el veterinario Juan Jiménez Herrerías y su esposa Isabel Guiard Rodríguez para solaz de su numerosa prole.




Nido de ametralladoras
Allí sobrevive aún un pino centenario, retorcido como una obra del arboleano Gilabert y, a escasos metros de la arena de la playa, las ruinas de un nido de ametralladoras de la Guerra Civil pintarrajeado de grafittis. La entrada de la morada está sembrada de pitas sedientas, antes de acceder a las escaleras del portón y a unas barandas adornadas con filigranas de yeso.




Encima emerge un balcón, sostenido por dos columnas jónicas, con ventanas desvencijadas de madera y desconchones y un sol de piedra incrustado en la fachada. En la parte trasera, que mira a la carretera y al merendero El Charro, quedan, entre gatos solitarios, los restos de un jardincito proustiano con fuego para barbacoa y en lontananza los cañaverales que esconden la sepultura fluvial. 




La hacienda, por su soledad, tiene un aire misterioso cuando va anocheciendo entre  ciclistas y corredores que se alejan en mallas, y entre pescadores de caña que se acercan y montan el campamento lunero. Desde que en 1990, con Antonio Torres Tripiana, empezó a tramitarse la idea de ampliar el Paseo Marítimo del Zapillo hasta la curva del río, los litigios entre propietarios del chalé y del suelo colindante y el Consistorio no han cesado y han salpicado, en los últimos años, a Juan Megino y Pablo Venzal.




El Ayuntamiento intentó llegar a un acuerdo de expropiación mediante la permuta por el aprovechamiento en otro suelo urbanizable, pero no hubo acuerdo.


Los propietarios de esos 75.000 metros de suelo, las sociedades Sabinal y J.Guiard, de los hermanos Jiménez Guiard, recurrieron la expropiación en los tribunales y hace dos años, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía resolvió autorizar la expropiación. El suelo está en el PGOU dentro de los Sistemas Generales de Equipamientos Libres, por tanto no es urbanizable, al contrario que el otro lado de la carretera.


El Ayuntamiento pagó por la casa y los terrenos 3 millones a una de las sociedades y 500.000 a la otra, según el dictamen de justiprecio de la Comisión Provincial de Valoración. Después procedió al acta de replanteo, a la ocupación de los terrenos y a su inscripción en el registro municipal.


El propietario decidió entonces, recurrir al TSJA el precio pagado por la expropiación elevando su petición ante el alto tribunal andaluz a 66 millones de euros, para lo que aún no ha habido sentencia.


La gasolinera colindante, propiedad también de Juan Jiménez Guiard y explotada bajo la marca Repsol, ha quedado fuera de la expropiación para prolongar 500 metros más el Paseo de Rivera hasta la desembocadura. Juan Jiménez es un ingeniero industrial que fue director de la antigua Campsa  y que llegó a adquirir en subasta púbica hace una década uno de los palacetes más lujosos de Cádiz, ubicado en la Plaza de San Agustín.


Ahora, independientemente de la valoración que estime finalmente el TSJA, queda por iniciar por fin esas obras que se empezaron a soñar hace ya un cuarto se siglo para completar todo ese Paseo que nace en las Almadrabillas y que fenecerá en la misma lengua del Andarax.


Amigos de La Alcazaba
 El futuro de la casona que construyera López Rull y que habitaran los Jiménez Guiard está aún por dilucidar, pero todo parece indicar que sobrevivirá como un centro de interpretación turística o de hostelería. Al menos así lo confirmaba ayer el concejal de Urbanismo Miguel Angel Castellón


La Asociación Amigos de la Alcazaba solicitaba hace dos años al Ayuntamiento presidido entonces por Luis Rogelio Rodríguez-Comendador la recuperación del Chalé de La Marina por su valor historicista y por su ubicación privilegiada y su utilización como establecimiento relacionado con el turismo.


En enero, el concejal Castellón y el alcalde visitaban al secretario de Estado de Medio Ambiente, Pablo Saavedra, para reactivar el proyecto ‘Recuperación Ambiental del Delta del Río Andarax’, de 2,4 millones de euros cofinanciado por Ayuntamiento y Estado  y que está pendiente de que se designe un nuevo Gobierno para iniciar obras que llevan demasiado tiempo durmiendo el sueño de los justos. 



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