Las búsquedas de Ginés Cervantes con la pintura

“El pintor domina el color con una personalidad que mantiene desde los inicios de sus indagaciones”

Miguel Ángel Blanco
22:53 • 09 jul. 2014

Los rostros, con sus miradas. Y los pequeños mundos en los territorios de cada rostro, lo que se sugiere, lo que se intuye. Están los paisajes, los escenarios ocultos, el presentimiento de lo que puede haber en cada circunscripción de color. Los colores con su propia independencia. Esquemáticos en la sobriedad. Con cierto aire enigmático. Son los tiempos que el pintor Ginés Cervantes Ballesta (Huércal-Overa, Almería, 1939), seguramente el pintor más personal y creativo de la pintura almeriense actual, propone en su última indagación, que presenta en la galería Arte 21 (calle las Tiendas) de Almería.


Un ejemplo para la contemplación vital: La mirada de José Hierro es dura, encerrada, contemplando el interior del personaje poético, como un sopor permanente, con multitud de cicatrices que, en realidad, son sus mundos, los que la poesía es capaz de ejercitar desde la contemplación sublime del poeta y sus silencios. Otro mundo de Ginés Cervantes va unido intensamente a su afición taurina. Los toreros, el toro, son instrumentos para distintas formalidades, desde un ritual religioso, transformado en espectáculo, hasta configurar la mística ante el momento final, cuando el torero levita en su dramatización teatral. Y el enigma del paisaje, que el pintor reconvierte en horizontes que se transforman con el tiempo. Por ejemplo: “Campos de Níjar” o la oscuridad roja del cielo y de la tierra, o de la nube y el sol intuidos. Todo confluye en el mismo momento, permanece en la quietud para que la contemplación sea efectiva ante la reivindicación de la aridez.


Siempre resurge el eco del mar, la cercanía del azul y sus formas, el sentido de la tierra, de las rocas, de la escasez que se alumbra desde la brillantez del color que el pintor domina con una personalidad que mantiene desde los inicios de sus indagaciones.




Y aparece aislada, escondida entre sus compañeros de exposición, “La máscara”, refugiada en el secreto de una forma camuflada para sobrevivir. Con la misma coherencia, el pintor responde aquí a su creatividad personal, se abre a todas las formas vitales imaginables. Sin tener que dar explicaciones, porque no las necesita. 


Ginés Cervantes sigue en la búsqueda hasta el final.






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