Las bolsas

Entre el rumor apócrifo y la no verdad bien trovada, aparecen estos días por los correos y redes sociales diversas fotografías de grandes bolsas repletas de lo que, según dicen los mensajes, son papeles triturados. Los remitentes, que se declaran trabajadores de la Junta de Andalucía, denuncian en esos envíos la existencia de una política de destrucción sistemática de documentos que atestiguarían la comisión de presuntos delitos financieros de raíz política. Las únicas pruebas son las fotografías de esos bolsones repletos de papelitos y los testimonios de que tal fulano con mando en plaza sevillana ordenó retirar y pasar por la trituradora determinados informes que serían la prueba de nuevos escándalos. ¿Triste verdad o malévola manipulación? Allá cada cual con sus impresiones e instintos, pero lo que resulta indiscutible es que la simple posibilidad de esta nueva golfada ya no nos sorprende lo más mínimo y, además, encaja con suavidad en la espiral de despropósitos y mangancias en la que para nuestra desgracia y bochorno se ha instalado el gobierno de la Junta de Andalucía. Una administración en la que, paralelamente a la actuación de jueces y carceleros, se producen denuncias y filtraciones de sus trabajadores, está viviendo un fin de ciclo cargado de todos los síntomas clásicos: descomposición generalizada y desafección galopante. Y qué demoledora paradoja que el ocaso de los dioses andaluces, el Götterdämmerung particular de los socialistas que explicaban su gestión como "de lujo", vaya a tener como fondo de tramoya un montón de bolsas de basura. Es como ver ahora la foto del Clan de la Tortilla con música de Wagner.