Fran Fernández: ni villano ni héroe

Estamos tan acostumbrados al barro que la honestidad es una extravagancia

Pedro Manuel de La Cruz
21:00 • 04 jun. 2022

Cuando en el descanso del partido contra el Alcorcón el padre de Fran Fernández se levantó del asiento numero 9 en la fila 3 del sector 33 de preferencia y abandonó el estadio para no continuar escuchando los insultos de los energúmenos que le reprochaban el excelente planteamiento táctico diseñado por su hijo, quienes tan injustamente le increpaban no alcanzaban la inteligencia suficiente para calibra el desgarro emocional que estaban provocando en un socio histórico que, aquella tarde, aunque su hijo se sentaba en el banquillo visitante, solo deseaba la victoria del Almería. A Paco el corazón y la cabeza le situaban en la trinchera contraria a la de su hijo; para Fran el sentimiento y la obligación eran dos enemigos irreconciliables. 



El mundo del fútbol es a veces así de canalla. Aquel que nos salvó del infierno de la segunda B, el mismo que propició una temporada cómoda la campaña siguiente, no solo no recibía el reconocimiento a su esfuerzo pasado- el fútbol no tiene memoria, ya saben-, sino que era percibido, no como un profesional, sino como un traidor.  



Estamos tan acostumbrados al barro que la honestidad es una extravagancia. Ya lo decía Di Stéfano: en el fútbol solo es inocente la pelota; y a veces, ni eso.  



Fran Fernández, el héroe de Lugo que fue al Anxo Carro con un equipo formado por algunos mercenarios que tenían la cabeza más puesta en las vacaciones que en la última bala para que el Almería no descendiese al infierno de la Segunda B, logró un punto que evitó el desastre y nos devolvió a la vida. Yo vi aquella final del 2 de junio de 2018 junto a su padre y, como en el partido que nos enfrentó hace quince días al Alcorcón, tampoco pudo terminar de verlo. Embocando ya los últimos minutos abandonó la terraza del Paseo Marítimo donde la tensión llegaba con más intensidad que las olas, se levantó y se fue corriendo a la playa. Aquella noche Paco lloró de alegría por su hijo y por ´su´ Almería. 



Por eso cuesta tanto entender la estupidez infinita de quienes, desde los asientos cercanos, le increparon censurando la actitud profesional de Fran. La pasión y la educación no son enemigas, son complementarias. Y no es tan difícil que caminen juntas.  



Fran Fernández no fue un villano en el partido en el que nos enfrentamos al Alcorcón ni es un héroe por la victoria de su equipo frente al Éibar que nos llevó a la gloria de Primera. Fue, en las dos batallas, un profesional y esa es una cualidad que, más que censura, merece reconocimiento. Quizá lo inteligente (o lo interesado; mejor lo interesado) hubiese sido plantear con menor exigencia el partido, pero su profesionalidad se lo impidió y la frialdad de la obligación venció a la querencia del corazón. 



El fútbol en Almería ha entrado en una nueva dimensión. El martes, mientras veía a los miles de aficionados que tomaron las calles para homenajear al equipo observé un detalle que no había visto en los tres ascensos anteriores: la mayoría de quienes aplaudían a los héroes del ascenso eran niños y jóvenes, chicos y chicas con pintura rojiblanca en las mejillas, banderas, bufandas, aplaudidores, bengalas y, sobre todo, una felicidad enorme. Chicos y chicas que quizá ya no ven al Almería como un actor secundario en sus emociones, detrás del Madrid o Barcelona. Ojalá lo del martes no sea un espejismo, un destello fugaz. Si los idus de cada semana nos son propicios y la directiva sabe conectar y construir un club integrado en la sociedad articulando mecanismos de pertenencia y sentimientos de identidad esos niños serán antes del Almería que de cualquier otro equipo. 



Hace años Ricardo Martínez, vicepresidente entonces con Alfonso García, me invitó a ver un Atlético de Madrid- Almería en el Vicente Calderón. Recuerdo que en el autobús que nos llevaba al campo metió un CD con el himno del Almería que apenas si él mismo había escuchado.  


- ¿Qué te parece? - me preguntó.  


-No lo sé, acabamos de oírlo por primera vez; lo que sí sé es que este himno será magnífico el día que los niños lo canten en el estadio de los Juegos Mediterráneos. 


Y ese día ha llegado. Miles de niños, de adolescentes, de mujeres y hombres “del Almería” lo cantan a capela cada partido. Y esa es, después de la inmensa alegría del ascenso, la mejor lección de que estamos en el mejor de los caminos para ser un club con bases sólidas entre la afición. A pesar de los cuatro imbéciles con balcones a la calle que siempre hay agazapados en su estupidez entre las gradas de un campo de fútbol. 


PD. - 24 horas después del ascenso frente al Leganés, Paco y Charo, los padres de Fran Fernández se encontraron con Carmen Loli y Cristina en la avenida Cabo de Gata. Las cuatro se abrazaron en medio de la emoción irremediable que sigue a nueve días de tensión y sufrimiento. Que cada uno saque sus conclusiones sobre dónde estaba el corazón de Fran y su familia. Y, sobre todo, que el respeto a un profesional se imponga a la estupidez de cuatro desalmados. 


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