La visita

“Al rey antiguo le han repartido procaces palabras (siendo fino) desde que aterrizó en Galicia“

Alberto Gutiérrez
09:00 • 28 may. 2022

Ha venido a España el rey Juan Carlos, a quien en Televisión Española llaman “el emérito”, como podían llamar “el jubilado” o “el jubilata”, que resulta más campechano y coloquial, como la nueva política que ha llenado el Congreso de camisetas y camisolas y de ruido de sobremesa.



Al rey antiguo le han repartido procaces palabras (siendo fino) desde que aterrizó en Galicia hasta que despegó de Madrid rumbo a Oriente, de donde vienen los Reyes Magos. Se ve que algunos no lo quieren mucho. Y al hijo, tampoco. Afirma Risto Mejide, el hombre de las gafas ahumadas, que no es de recibo que los ciudadanos paguemos el viaje de fin de semana del exjefe de Estado porque no lo hemos votado. Más claro, el agua. Republicanos del mundo, uníos.



Claro que la visita ha concitado división de opiniones, pero no al estilo del torero Rafael El Gallo, que dijo tras una mala actuación: “unos se metieron con mi padre y otros con mi madre”. Hubo quienes aplaudieron al monarca (de todo hay en la viña) y otros, como las izquierdas y los antisistema (independentistas catalanes y vascos), que salieron en procesión a afear el viaje y el beso a la familia en Zarzuela. 



Luego está el rey Felipe VI, a quien no han encontrado una sola grieta en su reinado, salvo los independentistas de Cataluña, agraviados por su impecable discurso del 3 de octubre de 2017. Quieren meterle mano como sea, porque una vez que caiga el rey se derrumbaría el sistema constitucional y vendría otro régimen, y ya bastante tenemos con el de la preparación del verano, que hay decirlo todo, caramba. 



El periodista Antonio Caño cree necesario dejar en paz a don Juan Carlos y pasar página. El ruido mediático se irá apagando porque, según parece, el nieto de Alfonso XIII dosificará su regreso, para ir un día a las regatas, otro a los toros y otro a comer a Lucio y borbonear un rato con los amigos. Nos acostumbraremos, como a todo lo que está sucediendo en esta España mefítica y espasmódica. Después de tres años de agónica actualidad -una lata-, la visita real hasta se percibe como la verdadera vuelta a la normalidad de un país que cada semana enciende una llama y apenas nos quedan los rescoldos se levanta una nueva pira funeraria en la que cualquiera puede ser abrasado. Incluso un rey. 






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