Kindle

Kindle

Juan Manuel Gil
21:22 • 06 mar. 2012
Tarde o temprano tenía que ocurrir. Ya tengo mi primer lector de e-books sobre la mesa. Un regalo delicioso. Concretamente un Kindle de Amazon con 2 GB de capacidad y conexión a Internet vía wifi. Pero no me condenen aún. Hagamos una cosa: vayamos al principio. Hace muchísimo tiempo que todo esto comenzó.
En casa tengo una buena biblioteca. En cuanto apilé algo de dinero compré siete estanterías Billy con sus respectivos altillos y apretujé todos mis libros en ellas. Me emociona decirlo. Siempre he estado muy orgulloso de mis pequeños: esos volúmenes tan distintos entre sí y, a la vez, tan parecidos. Ay, qué diablillos. Tienen sus cosas, para qué negarlo. Porque atraen el polvo a espuertas, en las mudanzas cobran un protagonismo indeseado, son voraces e invasivos y no estoy seguro de que mis futuros hijos los quieran asumir en herencia. Pero cuántas alegrías me han dado. En casa, durante mis viajes, en las salas de espera y en las poquísimas cafeterías silenciosas de esta ciudad. En todos esos lugares me han hecho feliz. Reconozco la ñoñería: estoy enamorado del gramaje de su papel, de ese olor a polilla y pegamento, del peso atómico de sus historias y del clasicismo o el atrevimiento de sus editores. Además, siempre he entendido el libro tradicional como un producto muy sofisticado. Es cómodo de transportar, no consume baterías insaciables, resiste con entereza el paso del tiempo y, esto es muy importante, si se dobla no se rompe. Ahora la pregunta que toca es: ¿cambiará mi sistema bibliográfico actual por la llegada del e-reader Kindle a casa? Pues un poco sí, para qué os voy a engañar. Y si las grandes y pequeñas editoriales cogen el toro por los cuernos, muchísimo más. Lo que quiero decir es que con este cacharro se lee que da gusto, su capacidad de almacenaje es abrumadora, te permite tomar notas, subrayar y enviar esa información a tu correo, la batería es muy duradera porque el consumo de energía es mínimo, su peso es menor al de un libro de papel y para las consultas rápidas resulta ágil y efectivo por su práctico motor de búsqueda. ¿Cuál es la pega? Que algunas editoriales se resisten a volcar los libros en formato electrónico, y las que lo hacen ponen precios, a mi juicio, abusivos. Así que la bestia de la piratería amenaza con dar un zarpazo en este suculento negocio. De hecho, ya hay brotes de ella. Y aún así, muchas editoriales importantes siguen sin actuar con decisión, por no decir que observan paralizadas.






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