Humildad

Hace tiempo que el juicio de los demás no está por encima del mío propio

Alberto Gutiérrez
08:59 • 21 may. 2022

Hace unas semanas participé en una formación empresarial en la que debíamos realizar una serie de test. Valorábamos, del uno al diez, nuestro nivel de liderazgo, iniciativa, humildad, etc. En esto último yo obtuve un tres sobre diez. Bien orgulloso que me siento, no se rían. Pero no porque sea arrogante –no me tengo por tal- sino porque hace tiempo que el juicio de los demás no está por encima del mío propio



Uno de los grandes pecados de los españoles es refocilarnos en la humildad, como si fuera la principal cualidad de las personas. No digo que no sea necesaria y justa tal virtud, pero, tal y como se concibe en muchos casos es un error y una trampa que nos hemos ido poniendo durante generaciones, como fugitivos de nuestros propios méritos y éxitos, que sólo los demás podían calibrar. Pero uno mismo, jamás. En la mili, se decía antes, lo mejor es no destacar. En las novatadas del colegio mayor, tampoco te atrevieras a hacerlo. El buen estudiante igualmente parece esconderse como un avestruz bajo su ala. Albergamos casi en el ADN una certeza según la cual aquellos que emergen sobre el resto corren demasiados peligros y lo mejor es pertenecer al rebaño en el que nadie podrá descifrar tus miserias, que todos tenemos, ni tampoco apreciar tus virtudes.



En mi (no humilde) opinión, la humildad está sobrevalorada, pues muchas personas creen que sus talentos han de ser en todo caso descubiertos por los demás. Pero, ¿por qué no puedes decir, sin herir a nadie y sin caer en la petulancia (al estilo pedante de Cristiano Ronaldo), que eres talentoso escribiendo, pintando, jugando al fútbol, defendiendo a tu cliente en un juicio o sanando a un enfermo? ¡Qué estúpida manía la nuestra de conceder arrogancia a lo que no es más que el reconocimiento propio de una cualidad! ¿Qué mal hay en expresarlo?



Posiblemente todo ello está relacionado con los usos del poder y también de la religión, que reivindica la servidumbre de los seres humanos hacia Dios (siervos somos, según la Biblia). A lo largo de la Historia, el poder se ha amurallado y defendido mediante el control de la gente y no ha habido mejor manera de mantenerlo a raya que diciéndole que la humildad es un valor superlativo. 



Este enfoque de la humildad implica, claro, una baja autoestima, puesto que somos más proclives a la estima de los demás. Por tanto, ¿cómo no vamos a sentir una pírrica autoestima los españoles como nación si la estima siempre ha dependido del prójimo y no de nosotros mismos? Ay, los complejos… Otro día escribiré de ello.






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