¿Enseñar la guerra?

“Ya es tarde para enseñarles a nuestros jóvenes los valores por los que los ucranianos luchan”

Javier Adolfo Iglesias
08:59 • 03 mar. 2022

La guerra llama a nuestra puerta y nadie se ha planteado siquiera mencionarla en las aulas, ¿por qué? Mientras las tropas de Putin invadían Ucrania, alumnos y alumnas de toda España bailaban disfrazados de Pokemon y Poliamor “para luchar” contra el capitalismo, Soros o el patriarcado.



Durante más de veinte años les hemos estado inculcando a nuestros hijos e hijas que existen enemigos imaginarios, malvados de cuento controlables en charlas y talleres y combatibles con las sencillas armas de la concienciación y la visibilización. Contra esos males bastaban dibujos y bonitas palabras colgadas del mural del instituto en el día de tal o de cual celebración.



De repente, surge un enemigo de carne y hueso, que con solo una mirada hace temblar y balbucear al jefe de los espías de Rusia. Las bombas de Putin no son de confeti y los adultos españoles nos escondemos de sus sombras asustados bajo la almohada, incapaces de reaccionar a la pregunta: ¿Deberíamos enseñar la guerra a nuestros hijos? Si el dictador ruso nos lanzara ya sus misiles, nuestras escuelas ‘espacios de paz’ los recibirían con mucho “acompañamiento emocional”.



Durante años, los charlatanes de la pedagogía nos han obligado con sus leyes y planes a hablarles a nuestros alumnos de unos supuestos valores: sororidad, empoderamiento, competencia digital, empatía, mediación...así hasta el alfabeto entero. Atrincherados en sus despachos nos dijeron primero que había que “educar en valores” para ahora con su Ley Celaá suprimir la asignatura de Valores Éticos.






Hoy nos llegan desde Ucrania y en un emocionante idioma español las lecciones sobre los valores que hace tiempo fueron desterrados de nuestras aulas.



Jóvenes ucranianos como nuestros estudiantes nos enseñan libertad, fortaleza e igualdad; valentía y dignidad como las del heroico presidente Zelenski. Me temo que su figura e imagen no la veremos colgada en los tablones de los institutos donde hasta hace poco se podía leer “el machismo mata más que el coronavirus” bajo la narcotizante autocomplacencia que empapa la burbuja educativa en la que vivimos.



¿Cómo explicarles a nuestros alumnos que los jóvenes ucranianos dan la vida por la democracia, cuando los políticos y burócratas nos dictan que no podemos suspenderlos para no herirlos? Ni siquiera somos capaces de hacer que levanten sus caras de sus móviles. Rusia y China se los dará gratis y más rápidos.


Los ucranianos no solo están luchando por su país, sus casas y sus familias. Están dando sus vidas por nosotros, por nuestra convivencia, por el derecho  de cada persona a elegir su vida y por el poder para cambiar a los gobernantes con las urnas.


Los jóvenes ucranianos están combatiendo por los valores que hace tiempo nosotros olvidamos en nuestra narcisista e indolente cultura pedagógica. Su heroísmo es por una auténtica “guerra cultural” y no la ridícula y fatua de VOX.  


Y en el otro extremo político, Putin nos ha dado ya kilotones de memoria histórica al imponernos una vuelta al pasado trágico de Europa. Ahora sabemos que era postureo el de los que se golpean el pecho por el abandono que hizo occidente de la II República, pues se oponen hoy a enviar armas a los ucranianos. Mientras que lejos del terror , “¡alerta antifascista!”, aquellos se mecen al son del Himno de la Alegría en un círculo mágico.  


Nuestras abuelas nos enseñaron lo que era la guerra cada vez que besaban un trozo de pan que caía al suelo. Y nosotros dejamos de enseñarle eso a nuestros hijos, que comenzaron a repudiar la Transición. En julio de 1993 lo aprendí en Bosnia y Croacia. Por eso no he esperado a ningún protocolo para enseñarles a mis alumnos que nuestra libertad y forma de vida se están defendiendo lejos en Kiev. ¡Gloria a Ucrania!


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