Un mausoleo en papel para las ‘Leyendas del Bajo Almanzora’

“Las leyendas siguen una hipotética secuenciación cronológica“

Ginés Bonillo
07:00 • 10 oct. 2021

Con la publicación de Leyendas del Bajo Almanzora (Arráez, 2021) se corona una empresa literaria cuyo embrión empezó a germinar hace siglo y medio, cuando el periodista cuevano Antonio María Bernabé Lentisco concibió el proyecto de reunir en libro estas muestras de la tradición popular que, desde siglos antes, corrían entre las gentes del entorno del bajo Almanzora.



Han sido muchos los que se han sentido atraídos por estos testimonios orales, aprestándose a recopilarlos y, debidamente reelaborados para adaptarlos al molde escrito, intentar preservarlos del cruento olvido al que está condenado este material difundido por la transmisión oral.



Dos de los últimos eslabones, en su doble función (portadores y compiladores), Pedro Perales Larios y Enrique Fernández Bolea, se han impuesto la tarea de compilar las versiones escritas ya recogidas por otros, con frecuencia inéditas; compilar ellos otras hasta ahora no recogidas; redactar nuevamente todo ese material; armonizarlo en forma de libro por medio del cual garantizar su conservación y disfrute en el futuro. No obstante, esa fijación por escrito, que supone preservarlas del olvido, también implica traicionar su esencia oral, como manifestación viva. Significa sepultarlas en la seguridad de un templo bienhechor. El libro, como soporte escrito, se convierte en su seguro de supervivencia y, a la vez, en su certificado de defunción como tradición oral.



Los autores no solo han centrado sus esfuerzos en reunir las leyendas ya compiladas y, en segundo lugar, recoger las que aún andaban dispersas; sino que le han dado una redacción unitaria a todas bajo un mismo estilo con vistas a evitarle al lector distracciones debidas a las variaciones lingüístico-estilísticas propias de cada compilador.



Loable resulta la pretensión de los autores de facilitarle al lector la comprensión de cada leyenda más allá del simple argumento por medio de esclarecedoras contextualizaciones que componen una especie de marco en el cual se engasta la leyenda propiamente dicha.



Para ello traen a colación hechos históricos o insertan anotaciones y reseñas, comentarios y explicaciones, o datos (de índole geográfica, social, económica o cultural); por lo que se puede considerar una edición, en cierto sentido, crítica y anotada.



Las leyendas siguen una hipotética secuenciación cronológica que va del siglo X a los albores del XX. La mayoría se encuadra históricamente en dos de las épocas más proclives al surgimiento de asuntos legendarios en el imaginario colectivo de la comarca. Primero, el período de la dominación árabe, con héroes cristianos y mahometanos a la par (en nueve de las leyendas, casi el 40%); después, el siglo XIX, con el descubrimiento del filón de galena argentífera en Sierra Almagrera y el consiguiente florecimiento de la sociedad cuevana (diez leyendas, otro 40% aproximadamente).



A pesar de la secuenciación cronológica, cada leyenda puede leerse de forma independiente dado que cada una dispone de su propia contextualización.


Por los argumentos de las veinticuatro leyendas discurren temas y asuntos muy variados: desde tremebundos (como en «Farax Aben Farax» y «La enterrada viva») y sangrientos («La sangre delatora del pirata berberisco» y «La pandorga del Zorzo»), junto a otros con elementos sobrenaturales («La procesión de las Ánimas» y «La cueva de May Cunqueta») o con auras de magia o misterio («La cueva del Infierno o de la Encantada», «La calleja de Molina» y «Los viajeros misteriosos»), trenzándose con otros de matices sentimentales («La cueva de Zaida» y «La Virgen de los Cuatro Cantones») o con tonos humorísticos («¡Las campanas repican solas!», «El macho de la Peruana» y «Las Orejicas del Diablo»), de trasfondo religioso («Las cien Avemarías» y «El sacristán de San Diego»), así como con otros que desentrañan sendos topónimos («El nombre del río Almanzora» y «Muley Rahá») o expresiones populares («El Genares»).


Si una labor literaria tan eminente como la desplegada por los autores se engalana con el material gráfico de la maestría de las plumillas creadas ad hoc por el reconocido pintor José Antonio Canteras Alonso, a lo que debe añadirse la cuidada edición, lo que pudiera ser panteón sombrío se erige en fastuoso mausoleo en papel que resguarda de las inclemencias del incierto futuro esta parcela de la tradición oral del Bajo Almanzora. Cuevas debe sentirse agraciada y orgullosa.



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