Llorad, machos

A los hombres se nos ha dicho desde niños que no lloremos y seamos duros y valientes

Javier Adolfo Iglesias
00:12 • 30 sept. 2021 / actualizado a las 07:00 • 30 sept. 2021

“Llora macho” es el título de la última película de Clint Eastwood. Fui a verla al Monumental como el que va de peregrinación de rodillas a cumplir la promesa ante un santo milagrero. El actor que lanzó su carrera desde Almería hasta la eternidad ya tiene 91 años,  anda encorvado, vacilante, tiene más piel que músculo y en sus ojos se asoma ya el negro pistolero que le ganará su último duelo.   



Se dice que Eastwood encarnó durante decenios al ‘macho’, duro y agresivo, pero hoy ya no puede apretar con facilidad la ‘Smith & Wesson’ de su estereotipo.  



Puede que esta ‘Cry macho’ sea la última película como director del ‘Rubio’. Está llena de torpezas y errores, con personajes y actores. Por ejemplo, el niño coprotagonista, que se supone arisco como una ortiga, tras vivir en la calle de México entre delincuentes y sin embargo, da ganas de adoptarlo como si fuera el adorable ‘Coco’.  






Este adolescente al que el personaje de Eastwood debe localizar y llevar hasta su padre en EEUU tiene un gallo de pelea al que llama ‘Macho’, como encarnación de los estereotipos masculinos. De eso va esta película: de machos, machos de verdad y aparentes, machos esperados, machos heridos, machos perdidos, confusos, desconfiados, que declinan y ansían el amor. La última película del tío Clint no está entre las mejores de su carrera como director pero encierra la misma verdad sobre el ser humano, profunda y dolorosa, que la de sus obras maestras. 



Hace horas, machos acobardados me preguntaban “¿Vas a poner ‘macho’ en el título?”. Les dije que sí con suavidad y afectación en el meñique. Esta columna va de machos, no de machismo. Lo entenderás si pensar para tí no es como el olor a sangre para las fieras.  



Hoy día asustan a nuestros niños con unos supuestos estereotipos invisibles que les rodean y podrían poseerlos como en una película de Shyamalan. Los estereotipos no son agentes de un poder central para dominar a una minoría. Hay infinitos disponibles con los que todos nos cruzaremos en nuestras vidas, nos influirán o no. El niño de ‘Cry macho’ busca uno, un ejemplo de vida, una pista, un surco que seguir.  



A los hombres se nos ha dicho desde niños que no lloremos y seamos valientes. Yo salía huyendo ante la menor amenaza. Los monaguillos de la santa cancelación ven en “la nueva masculinidad” el exorcismo eficaz contra ese estereotipo maligno. El ‘Sargento de Hierro’ diría que es una “mariconada”. Confusión de conceptos.  


Muchos de nuestros abuelos decían orgullosos al responder sobre sus hijos: “Tengo tres machos y tres hembras”, lo recuerdo. Hoy quieren desenterrar sus huesos y machacarlos con la bendición del Papa.  


Con 18 años fui víctima de algo parecido a un estereotipo de macho. Yo era algo atractivo pero más aún era romántico y soñador. El sexo no era mi prioridad y me veía que iba a quedar para vestir santos cuando una santa de 40 años se encargó de desvestirme sin apenas preguntar. No me dio tiempo a pensar. Aceptaba lo que se esperaba de mi o lo rechazaba; al menos creí eso. Ya había disfrutado de ‘El Graduado’ y ese verano me topé con mi propia Mrs. Robinson real, de tetas fellinianas y un refinamiento de garrafón digno de un amanecer en Magaluf. Me robó mi romanticismo en intensas dobles sesiones, como las del cine Bahía pero sin cine.  


Los machos han sido a menudo la principal víctima de su gallo estereotipo. También Clint Eastwood. Un crítico joven digno de su tiempo al escribir de  esta película presenta a su director como un macho arrepentido de su maldad anterior y casi como un profeta del ministerio de la nueva masculinidad. Yo saldría huyendo por si acaso. 


El vengativo héroe moral de ‘Sin Perdón’, el entrenador de ‘One million dollar baby’, el empático veterano de ‘Gran Torino’ es el mismo macho sensible hasta el dolor que nos hizo llorar a moco tendido a millones de machos con ‘Los Puentes de Madison’. Los mismos que lloraremos como damiselas cuando este pistolero tranquilo nos deje, como si desapareciera de nuevo en el horizonte de Los Albaricoques en Almería.  

A Juan G. G. 


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