Oración a la Virgen del Saliente

“Los de Albox hemos mamado la devoción a la Virgen del Saliente“

Diego López Alonso
07:00 • 16 sept. 2021

Veo que “mi señorito” (el Sr. Director de este periódico) ha escrito un laudatio a la Virgen —del Saliente, comme il faut—. ¡Quién nos lo iba a decir hace cuarenta años cuando desayunábamos curas en pepitoria y decíamos pestes del “opio del pueblo”!  Pero —¡las vueltas que da la vida!— pasado el sarpullido de la adolescencia intelectual, viene la madurez de los sentimientos, y volvemos al surtidor ancestral de los sueños familiares, atávicos, de donde nos nutrimos emocionalmente y, voilá, aquí tenemos nuestro inconsciente colectivo en toda su pureza. 



Los de Albox, desde que nos tiraron contra el muro para decidir si vivíamos —aferrados al muro— o fenecíamos —incapaces de aferrarse al muro— hemos mamado la devoción a la Virgen del Saliente a través de nuestras madres, en cada comentario, en cada referencia a la “Pequeñica”, siempre con cariño, con devoción, con respeto, con un sentimiento que desbordaba la incredulidad religiosa. Hemos sido devotos de la Virgen del Saliente a despecho de nuestras propias creencias religiosas. 



Mi madre, católica por los cuatro costados, y devota de la Virgen del Saliente, siempre estaba en deuda con ella, siempre le debía algo: que había salido bien la operación de vesícula de mi padre, que remontábamos la ruina que trajo la riada del 1973, que no faltaba el pan en nuestra casa —nuestro pan de cada día—, que yo iba bien en mis estudios en  Granada, que no tropecé con ninguna bala “disparada al aire” mientras íbamos “volando” —funesta manía que teníamos los manifestantes contra el franquismo—, que empecé a trabajar con 22 años (y no he parado hasta mi jubilación, 42 años después), que me casé, que tuve dos hijas preciosas y sanas,… Siempre había algo que agradecer a la Virgen y hacia ella iban sus oraciones. (No sé —lo ignoro— si tus oraciones hicieron bien, mamá, pero si sé que no hicieron mal alguno. Quizá si alguno hubiera rezado con la misma devoción que lo hiciste tú, alguna cosa menuda podría haber ido mejor. No lo sé.) 



De manera que hoy estoy aquí, recordando lo que ha escrito mi señorito, sin tener nada que reprocharle. Todo lo contrario:  soy co-partícipe de sus sentimientos de incrédulo religioso. Como, desde que me operaron de la azotea, parece que se me han reblandecido los sesos y, siendo, como era, de los de la lágrima floja, se me ha acentuado el rasgo, confieso, sin tapujos, que me emociono cuando oigo hablar de la Virgen del Saliente.



Mi primo  Luís (López Jiménez), un torvo comecuras como yo mismo,  me invitaba hace unos días a desfilar en la procesión de los devotos de la Virgen del Saliente que había iniciado mi señorito, y yo, pobre iluso, negaba como Pedro mi disposición de ánimo para semejante empresa cuando, héteme aquí que, sin haberlo preparado, me he visto embarcado por mi propio pie. Nadie me ha obligado. Yo me he prestado voluntariamente. Habrá sido voluntad de la Virgen del Saliente, primo, de cuya intermediación, estamos necesitados siempre y, en especial, en las presentes circunstancias. Amén.







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