Una ‘nueva masculinidad’ para la política española

En todo caso, bienvenida sea, por cierto, esta irrupción femenina en nuestra vida pública

Fernando Jáuregui
07:00 • 17 ago. 2021

No es que uno respalde las ideas frecuentemente algo esotéricas de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Tampoco, desde luego, esa de crear un centro de ‘nueva masculinidad’ para enseñar (se supone que a los hombres) ‘lo que significa ser hombre’. Las alcaldadas se traducen hoy frecuentemente en iniciativas despegadas de la realidad, que incrementan el desapego ciudadano hacia muchos de sus representantes, y así quizá se explique en buena parte el enorme abucheo recibido por la señora Colau en el pregón de las fiestas de Gracia, que acabó con la alcaldesa hecha un mar de lágrimas enfurecidas.



Sin embargo, sí creo que este episodio podría servirnos para reflexionar acerca de lo que pudiera significar en ámbitos concretos esa ‘nueva masculinidad’, sin duros casi talibanes a lo John Wayne -prototipo, a mi entender, de un machismo ya fenecido en Occidente ni ‘machos alfa’ al estilo de algún político que yo me sé. Y es aquí, en la política, donde quisiera detenerme unos segundos. Porque la idea de esa política testicular vigente, en la que tal cosa se hace ‘porque a mí me sale de...’, tiene que quedar desterrada para siempre. El concepto, tan de la ‘antigua masculinidad’, de que el ejercicio de la política, que es el de la representación de los ciudadanos, tiene que ser competitivo, de imposición de las ideas propias y derrota -mejor si puede ser aplastamiento-- de las contrarias, está causando enormes males a los españoles.



Y digo españoles porque quizá en ninguna otra parte entre los países occidentales se ejercite en el mismo grado que aquí esa política de testosterona, de enfrentamiento para liquidar al adversario. Es decir, justo lo contrario de lo que debería ser un ejercicio noble del arte de la Política, con mayúscula. Por eso será sin duda positiva esa irrupción femenina en las áreas políticas, que ya se intuye, especialmente, por ahora, en el área de la izquierda. No en vano son mujeres, como Margarita Robles, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, las que encabezan las encuestas de popularidad de los ministros/as, aunque ninguna de ellas apruebe clamorosamente: solo suspenden menos, varias de ellas, que sus colegas masculinos.



Dicen crónicas informadas que la propia Colau anda pensando en dar un salto a la política nacional --ya que en la municipal se la cuestiona bastante-- para, de la mano de la vicepresidenta y ministra de Trabajo Díaz, tratar de elaborar una alternativa de izquierda-a-la izquierda del PSOE, en la que se incluirían también Mónica Oltra, de Compromís, y algunas otras figuras que den realce y superen a una hoy alicaída Unidas Podemos, que se resiente de la falta de liderazgo de Ione Belarra e Irene Montero.





Veremos en qué queda todo esto, que hoy se limita a conversaciones exploratorias, por cierto vistas no sin recelo desde un PSOE que busca su afianzamiento en un congreso ‘de renovación’, este octubre, para llegar a finales de esta Legislatura.



Sospecho que uno de los cambios más profundos de la ‘nueva era’ que ya transitamos acabará siendo este cambio, progresivo, en el espíritu de nuestra política. Que se verá envuelta por una oleada de ‘nueva masculinidad’ que yo creo que será más una irrupción importante de una ‘nueva femineidad’, que poco tiene que ver con los conceptos más extremos de feminismo. Ni con esa vanagloria de Sánchez de haber nombrado más ministras que ministros y ser el Gobierno de Europa que cuenta con más mujeres: de nada vale eso cuando se gobierna con ánimo absolutista y opaco desde el palacio de La Moncloa.



En todo caso, bienvenida sea, por cierto, esta irrupción femenina en nuestra vida pública, en lo que pueda tener de renovadora de unos usos y costumbres que son culpables de haber situado a nuestra política del ‘manda huevos’ en los lamentables parámetros en los que hoy se encuentra encerrada.


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