Los regresos de Agosto

“La Virgen de Agosto y el periodo vacacional llevan a numerosas generaciones a sus orígenes”

José Luis Masegosa
07:00 • 16 ago. 2021

De no ser por la singlar situación en la que nos hallamos más de media España viviría estos días inmersa en el cogollo de sus fiestas patronales, que cuentan con diversas advocaciones aun cuando la festividad de ayer ha sido y es la de la Asunción de la Virgen. La fiesta conmemorativa que es asidero de los desamparos del ser humano, y acaso en esa necesidad de añadir a la vida un aliento sobrenatural hayan nacido las numerosas manifestaciones de fervor y las celebraciones de estas jornadas estivales que la pandemia  ha limitado. Siempre he mantenido que agosto es la miel del verano, el néctar de la infancia que alimenta la vida añorada de cada cual, la que quisimos tener pero se quedó en el trampolín de un sueño. Tal vez sean los recuerdos de las ausencias, las privaciones o pérdidas de lo más querido lo que nos lleva a morder el corazón del estío, unos sentimientos que la distancia de la tierra nos agudiza y nos deja acuñadas las inevitables añoranzas que a cada cual tocan. Son como el tesoro  soñado que  nunca llegamos a encontrar, a pesar de haberlo rozado. En mi caso, que puede ser el más insignificante, la memoria comparte  la tierra y el agua, tal vez porque me nacieron en un paraje de sierra que es atalaya del mar Mediterráneo. Crecí en el entorno rural de un perdido pueblo del norte almeriense y ahora sobrevivo en la rutina de una suerte de infierno asfáltico en el que siempre me he sentido extranjero. La memoria me arrastra cada verano a la sombra de las acacias del caserío de la patria chica, junto al frondoso moral que tiñe de sangre las manos con su preciado fruto. Los oídos guardan como oro en paño el ajetreo de la tierra que se fragmenta con el paso imbatible del arado, o el silencio misterioso del pozo con fondo de cristal que se esparce en incontables ondas cuando el cubo de latón recoge el agua para abrevar al ganado o saciar nuestra sed.



La Virgen de Agosto, como popularmente es conocida la Asunción, y el periodo vacacional por excelencia llevan a numerosas generaciones a sus orígenes, a salvar dificultades, trechos y trayectos para reencontrarse con un presente que las mantiene alejadas de sus cunas, y con un pasado que duerme sobre la memoria de los hijos de sus hijos. Hace tiempo que ya no se vuelve como el turrón, sólo en Navidad. Es ahora, en estas semanas, cuando el trasiego y el retorno anual a la tierra de cada cual es más evidente. El paisaje humano enriquece nuestra geografía con la presencia de quienes un día tuvieron que abandonar sus lugares de origen, la mayoría para conseguir un mejor bienestar y un futuro prometedor para su descendencia. 



Es el caso de la familia de “Los Carabineros”, uno de cuyos integrantes, Juan Bautista Ferreras Andrés, secretario de Administración Local, migró de su pueblo, Cubo de Benavente, en el noroeste zamorano, a nuestras tierras del Sur con el sólo objetivo de proveer un provenir a sus cinco hijos. Principiaba la década de los años sesenta y aquella familia dejó atrás sus gozos y sus sombras para iniciar, mil kilómetros al sur, una nueva vida. Allí quedaron hermanos y parientes, las haciendas y las páginas escritas con dolores y alegrías. El flamante asentamiento, la nueva ubicación no fue tarea fácil. Abrir los ojos a un paisaje tan diferente tentaba a cerrarlos. 



Seis años, seis, hubo de esperar la familia numerosa de don Bautista para reencontrarse con sus queridos cubetos. En la anual celebración de la patrona, La Virgen de la Asunción, el padre de familia encontró  razón más que suficiente para montar en su citroen 11ligero  a toda su prole y emprender la interminable ruta de la travesía hispana. En la noche del día 13 de agosto aquel abigarrado y unitario convoy emprendió rumbo por tierras andaluzas hasta que el primer fallo del utilitario lo detuvo en una gasolinera próxima a la provincia de Jaén. En Santa Elena y en Manzanares el coche se volvió a averiar  y tras las oportunas y urgentes reparaciones los usuarios prosiguieron su peregrinaje de la Asunción al son de “para ser conductor de primera…”, después  de dar buena cuenta de la tortilla de patatas y el pollo rebozado que doña Carmen, la madre de familia, había preparado para tan divertido desplazamiento. A la entrada a Madrid, en Legazpi, el C-11 dijo que no seguía. Tras pernoctar en la casa de unos familiares de la capital los expedicionarios cubetos continuaron el día 15 de agosto su accidentada excursión hasta que el oscuro vehículo arribó en la plaza del pueblo zamorano, justo cuando la patrona salía en procesión por la puerta de su templo. Entre los sonidos de un tamborilero, una gaita y una dulzaina y los confusos estruendos de los cohetes la familia de “Los Carabineros” llegó a su destino, día y medio después de su partida del Sur. Allegados y paisanos dieron una calurosa bienvenida a don Bautista y su familia, que aquella noche concluyó la fiesta –como manda la tradición- en las habituales bodegas de Cubo de Benavente. Los contratiempos y las incomodidades de tan largo viaje tuvieron su compensación. Fue uno de los viajes festivos de la Asunción, uno de los regresos por la Virgen de Agosto.







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