He estado unos días retocándome la “azotea” (trasteándome los sesos), reparando el “cableado” de mi cerebro que, debido a mi enfermedad de Parkinson, se encontraba bastante deteriorado en la parte motora. O sea, que me han hecho una intervención de Estimulación Cerebral Profunda (ECP) en el Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca, de Murcia. La cosa tiene su miga porque, durante la primera parte de la operación, servidor fue despertado de la anestesia para participar activamente en el proceso de ubicación correcta de los dos electrodos que me han implantado.
Quiero decir, textualmente, que, mientras los neurocirujanos (el Dr. Matías Felipe) me trasteaban los sesos, yo estaba despierto, contando en voz alta, o realizando alguna otra actividad motora indicada por el equipo de neurólogos que dirigían la operación: el Dr. Osama Morsi, al control del software y, el encargado de decirme concretamente qué tenía que hacer, que era nuestro paisano de Almería, el Dr. José López. Por allí (por el quirófano) pasó mi amigo y paisano Bartolo, que me encontró, “muellemente” recostado, y me preguntó cómo estaba. Le dije que estaba de cine (o una expresión más contundente pero menos fina).
Me porté como un paciente modelo, aguantando todo el proceso sin emitir una queja y gastando bromas con el equipo médico. Recuerdo que llamaba a mi anestesista, que veía velando por mí a mis pies, “mi Ángel de la Guarda”. Fui recompensado al finalizar con éxito esta fase, con la audición de un viejo éxito de Abba que, a petición del paciente homenajeado (yo), el DJ (Dr. Morsi), sustituyó por el “Sultan of Swings” de Dire Straits que casaba mejor con mis gustos musicales y mi historia rockera vinculada a la de mi amigo del alma, Diego Miguel Teruel (el Dr. Teruel, Jefe del Servicio de Urgencias).
Afortunadamente, al menos para mí, la cosa ha salido muy bien. No sin algunas alteraciones fenotípicas obvias. Las dos trepanaciones y el “cableado” me han dejado la cabeza preparada para interpretar convincentemente el papel de Hellboy. A cambio, he ganado en no necesitar tomar nada de la medicación que tomaba anteriormente y que provocaba algunos efectos secundarios (estreñimiento pertinaz, sueño inestable y poco reparador, y la inevitable secuencia de estados “off/on”) que, “milagrosamente”, han desaparecido. Me consta que queda por delante un proceso de varios meses de ajuste del estimulador que llevo incorporado para adaptar el patrón de estimulación a mis necesidades concretas.
Es decir, visto desde el punto de vista positivo que siempre adopto, interpreto que todavía me queda un margen de mejora. Me anima a ello los ejemplos que veo con mis propios ojos en la consulta de Neurología en la que coincidimos las distintas tandas de operados, que más parece una “corte de los milagros”, pues entran paralíticos en sillas de ruedas y salen andando con garbo. No me queda sino agradecer a todo el equipo interdisciplinar que participa en las intervenciones de ECP su pericia para proporcionar un servicio médico a la altura de los mejores del mundo, sin jactancia, pero con la convicción de estar sirviendo a la calidad de la medicina pública, de la mejor forma que cabe hacerlo: con la excelencia profesional.
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