Indigencia moral

Isaías Lafuente
00:19 • 30 abr. 2021 / actualizado a las 07:00 • 30 abr. 2021

La carrera electoral en la Comunidad de Madrid dio un giro radical en la segunda semana de campaña con la sucesión de cartas amenazadoras dirigidas a Pablo Iglesias, a la directora de la Guardia Civil, a dos ministros del Gobierno, al expresidente Zapatero y a Isabel Díaz Ayuso. La reacción a las primeras abortó un debate electoral en la cadena SER cuando Pablo Iglesias exigió una condena clara a la candidata de Vox que Rocío Monasterio resolvió con una condena genérica de todas las violencias, que es como asistir a un funeral y dar al desconsolado deudo un pésame genérico a todos los viudos y viudas que en el mundo han sido. 


Una amenaza clara y concreta requiere siempre una condena clara y concreta. Pero se ve que la indigencia moral no conoce fronteras ideológicas y es sorprendente ver cómo Vox hace hoy lo mismo que hicieron los partidos que en su día apoyaron a ETA y que, como mucho, en su camino civilizatorio sólo llegaron a condenar genéricamente todas las violencias para diluir o justificar la que ejercía la banda terrorista. Pero miembros de la derecha extrema y de la extrema derecha han ido más allá en estos días, poniendo en duda las amenazas, acusando de victimismo a quienes las recibían o considerando que una amenaza es menos amenaza si eres un privilegiado con derecho a escolta, ignorando que ETA, como cualquier organización mafiosa, acabó con la vida de muchas víctimas escoltadas y con quienes los protegían.


Cabe también que este goteo acabe banalizando la amenaza, que dado que felizmente no se materializan terminemos haciendo chistes sobre la poca importancia que tiene quien no las recibe. Y eso sería muy peligroso. 



Una amenaza de muerte siempre es gravísima, llegue por carta acompañada de unas balas o a través de foros de exmilitares fusileros en whatsapp. Quienes las profieren deben ser identificados y juzgados, porque una amenaza nunca es una broma


Y si sus autores así lo consideran, habrá que recordarles, una vez castigados, que para el divertimento tienen otras vías inocuas, desde el cine al onanismo.





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