¿Por qué Sánchez sigue ganando en las encuestas?

Fernando Jáuregui
01:20 • 21 abr. 2021 / actualizado a las 07:00 • 21 abr. 2021

La gran pregunta es por qué Pedro Sánchez, cuya tarea al frente del Gobierno más ‘extraño’ que España haya tenido en décadas debería, en teoría, haberle desgastado, sigue, sin embargo, liderando en popularidad y en intención de voto las encuestas, de manera que, si hubiese hoy elecciones, volvería a ganarlas, como reiteró este lunes el sondeo del CIS. Con destino a un trabajo más amplio, desde hace algunos meses he venido interrogando a algunas personas que pasan por expertas, tanto politólogos como sociólogos y periodistas que siguen las campañas de los políticos, por la razón de esta pervivencia en el ‘hit parade’ de las preferencias de los electores. Las respuestas son múltiples, pero coinciden en un punto: Sánchez, un hombre de suerte y con arrojo, se beneficia de los huecos que los demás le dejan.


“La izquierda del PSOE es considerada mucho peor que el PSOE mismo”, coinciden varios de mis consultados. En este sentido, Pablo Iglesias, durante su permanencia como vicepresidente del Gobierno, ha servido como eficaz ‘pararrayos’ de Sánchez, que ha sabido convertirse en el ‘poli bueno’ frente a Iglesias, sin duda ‘poli malo’. Lo que ocurre es que quien era la protección contra los rayos y centellas para Sánchez se le ha ido del Ejecutivo, y para nada es lo mismo la ‘sucesora’ Yolanda Díaz que el siempre “agresivo, poco estético y antipático” Iglesias (conste que los adjetivos son de un eminente responsable de empresa demoscópica).


Un segundo punto en el que hay bastante coincidencia es que, mientras que la división en la izquierda favorece a Sánchez, el fraccionamiento de la derecha perjudica, y no poco, a la oposición conservadora. A Pablo Casado no se le ve en estrecha alianza con un partido, Vox, que simplemente “da miedo”, pero al que el PP necesita . Y en cuanto a Ciudadanos, a nadie puede caberle la menor duda de que ha tirado sus muchas oportunidades por la ventana y, además, en varias ocasiones, no solo cuando el liderazgo de Albert Rivera: a los ‘naranjas’ no les quedará otra opción que integrarse en el PP, de una u otra forma.



Puede que el líder del PP, un tipo ‘normal’, y el propio PP actual, ajeno a los escándalos de corrupción de sus predecesores, no causen rechazo, sino más bien una cierta sensación de simpatía; pero “tampoco generan una confianza tan absoluta como para entregarles el poder sobre los ciudadanos; hay muchas trapisondas que olvidar”.


Así, puede que Sánchez no entusiasme --de hecho, no entusiasma ni a los votantes del PSOE--, pero causa menos rechazo que su entorno y que su propia oposición. Ello hace que sea algo así como el “mal menor”, en definición de algunos periodistas que han seguido sus campañas: “se atreve con todo, se lo juega todo a cara o cruz y eso gusta*sobre todo cuando la moneda cae siempre del lado que tú has elegido”.



Las encuestas no reflejan aún el ‘efecto Madrid’ ni el ‘efecto vacuna masiva’ sobre la popularidad de Sánchez. Si, en el duelo ‘cara a cara’ que ambos se han montado, logra derrotar a Isabel Ayuso, que es el nuevo fenómeno mediático de la política, se habrá anotado un buen tanto. Si la candidatura socialista, que Sánchez, aunque no le toque, ha decidido encabezar de hecho, sufre un desastre, y en parte habrá sido por culpa del propio presidente y de sus asesores, muchas cosas se habrán desmoronado: su fama de imbatible, la infalibilidad de su asesor Redondo y puede que hasta el beso permanente de la diosa Fortuna.


Y ese beso es algo cuya influencia ninguna encuesta, ni del CIS de Tezanos ni de ninguna otra institución, puede calcular en su cabal medida. Pero de que para Sánchez la suerte es, de momento, una fiel compañera, que no le abandona ni siquiera en sus jugadas de mayor riesgo, no cabe la menor duda. Puede que el 5 de mayo tengamos que hablar en otros términos, quién sabe. 



Y entonces quizá las encuestas, que son una veleta sujeta a los vientos más impredecibles --y más aquí y ahora-- muden de orientación. Lo dicho: quién es capaz de saberlo en estos tiempos de zozobra y tormentas. Ni Sánchez lo sabe y puede que la diosa tampoco.


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