De lo público y lo privado

Enrique Arias Vega
07:00 • 22 feb. 2021

De un tiempo a esta parte, vivimos una demonización del sector privado y una exaltación de todo lo público, como si sólo la Administración fuese capaz de hacer cosas justas y eficaces, frente al insaciable e inútil codicia de la iniciativa particular. Y la COVID no ha hecho sino incrementar esta creencia.


A ello contribuye, además, el maná dinerario proveniente de la Unión Europea, como si esos fondos hubiesen sido creados por las instituciones públicas y no proviniesen, en cambio, del bolsillo de los contribuyentes.


Estamos, pues, ante una moda antiliberal, producto del vaivén de los tiempos y de algunos excesos de la falta de regulación de las instituciones, pero que no se compadece con la realidad de quién crea riqueza y quién la gasta. Porque no hay nada más falso que el Estado y las demás Administraciones deban sustituir a los individuos en su libertad, dedicándose a hacer aquello que la iniciativa privada tiene estímulos de sobra para realizar mejor que nadie. Y no hace falta para ello recordar la ineficacia de un sector público agobiante en aquellos países en los que la producción estatal era la única autorizada.



Así, pues, aunque no esté de moda, los defensores de lo privado  creemos que el papel del Estado sólo debe ser el de regulador y garante de que las cosas se hagan bien y dejar que las hagan otros. Así, pues, debe decir qué se hace (poder Legislativo), cómo se hace (poder Ejecutivo) y terciar en que se haga correctamente (Poder Judicial).


Lo paradójico del caso es que eso mismo creen muchos defensores de lo público, que cuando se enferman acceden a la medicina privada o mandan sus hijos al mismo tipo de enseñanza.



A eso se le llama hipocresía.   





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