Pedir perdón

Lo de pedir disculpas comienza a abrirse paso en nuestros hábitos colectivos

Enrique Arias Vega
07:00 • 18 ene. 2021

Pedir perdón es una de las expresiones más insólitas en nuestro idioma. Y no por sus dificultades léxicas y fonéticas, que no las tiene, sino por un orgullo inveterado que comparten políticos y ciudadanos de a pie y les impide pronunciarla.


Aunque hay una mejora en los últimos tiempos, digámoslo ya, y lo de pedir disculpas comienza a abrirse paso en nuestros hábitos colectivos. Seguramente, porque resulta gratis y nadie viene luego a exigir una reparación que sólo fue de boquilla.


Además, la disculpa conlleva siempre un “pero”. Por ejemplo, se lamenta lo ocurrido, pero se añade que en otros tiempos la cosa habrá sido peor, o que en la improbable hipótesis que esté mal lo hecho no es nada comparable con lo que hacen los otros, sobre todo si se refiere a adversarios políticos.



Como ven, se trata de una excusa o un descargo que en el fondo supone más bien una culpabilización del otro, con lo cual el asunto no tiene más mérito que el puramente retórico. Y, por ende, no hay propósito de enmienda alguno, porque una vez pasado el mal trago se vuelve a incidir en las mismas malas prácticas que llevaron a la hipócrita exculpación.


La prueba de que en el fondo no se siente lo que se dice al justificarse es que, por ejemplo, se habló en su día de la inmediata reparación tras las inundaciones en Mallorca hace tres años y no hubo tal; y del terremoto en Lorca, hace diez años, no digamos, ya que aún pueden apreciarse sus secuelas. ¿Pasará lo mismo con los desastres actuales causados por la borrasca Filomena?



Así es que no nos fiemos cuando oigamos pedir perdón, porque quiere decir que de esa manera se está allanando el camino para el próximo maltrato que recibiremos. 




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