Antes, todo esto era gentrificación

Cristina Torres Ripoll
07:00 • 30 sept. 2020

Ahora que ya hemos alcanzado el millón de muertos por la Covid-19 en todo el planeta, podemos afirmar que la nueva normalidad ha fracasado o quizá lo hemos hecho nosotros como sociedad. Nos hemos refugiado en la irresponsabilidad de la que se nos acusaba, como si por llamarnos algo tuviéramos que serlo. La gente bebe sin distancia, besa con esmero y esputa entre risas los restos de un virus y su ignorancia. Quiero creer que interpretan un papel y no que nos estemos volviendo gilipollas, como si la obsolescencia del intelecto hubiera llegado ya. A la nueva normalidad le secundará otro confinamiento. ¿Cuándo volverá la normalidad normal, la de verdad?


Me estoy quedando sola. Mi amiga Elisa ha alquilado las habitaciones de su casa en el centro y se ha marchado al pueblo. No hace mucho, otro colega periodista me contaba que había cambiado el ajetreo de la ciudad por la sierra: mismo alquiler, más espacio y algún problema con la señal de wifi, pero más libre. No es el único, mi vecina quiere volver al cortijo cuando el nuevo confinamiento sea efectivo. A este paso, la España vacía dejará de estarlo. Yo me aferro al centro y a mis dos balcones. Pronto, ante la inmensidad de los pisos vacíos, podré afirmar desde la nostalgia: “Antes, todo esto era gentrificación”.


“¿Os han confinado ya?”, es el mensaje que más se repite en mi móvil en los últimos días junto con “tened cuidado”. Se alternan con las alertas que tengo grabadas en una app inmobiliaria: “Comprar vivienda; distrito Centro, Madrid; exterior; 2 habitaciones; 1 baño; terraza”. Aquellos que decían que después de la pandemia los precios bajarían, mentían. Puede que las tostas de aguacate tengan los días contados, pero yo sigo sin poder comprar un piso en el centro.



“No es el momento”, mi madre sabe cómo anticiparse a las desgracias. Ante su augurio, yo me he limitado a comprar plantas, un homenaje con el que llenar de vida el barrio que la pierde. Tres geranios rojos para saciar mi ansia propietaria.


A la incertidumbre financiera y sanitaria, ahora se suma una nueva variable más: un posible confinamiento menos estricto, menos práctico, con menos sentido y por partes. ¿Cómo saldremos de esta? No hay suficientes arcoíris con los que engañarnos. Este es el castigo por portarnos mal, ¿y quién castiga al que lo gestiona mal? Nuestra vulnerabilidad no está en el virus, sino en nuestras instituciones. España saldrá de ésta, ¿pero a qué precio? Mi amiga Alicia dice que no va a pasar otro confinamiento aplaudiendo a un patio interior, en un mes abandona su piso de 24 metros. Repitan conmigo: “Antes, todo esto era gentrificación”.





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