Los muertos de más

Rafael Torres
07:00 • 03 sept. 2020

La controversia sobre el número real de fallecidos en España a causa del coronavirus, que enfrenta los datos del Ministerio de Sanidad con los del Instituto de Salud Carlos III, esconde, o más bien desvela, aspectos poco estudiados aún de la devastación que en todos los órdenes está provocando la pandemia en nuestro país. Diríase, a tenor de esa controversia, que hay muertos que no son de nadie, que no computan o que computan mal, que no existen casi, pero se trata en muchos casos de personas a las que mató el virus sin tocarlas.


Entre los 29.000 fallecidos por el Covid-19 según Sanidad, y los 46.000 que registra el Carlos III desde que se declaró la pandemia como exceso de mortalidad en relación a la previsión normal de fallecimientos, hay un luctuoso porcentaje en tinieblas. Esos 17.000 muertos de más durante lo que llevamos de pandemia, ¿de qué murieron? Un gran número de ellos, ciertamente, a causa también del coronavirus y sus letales complicaciones orgánicas, pero que no figuran en el estadillo correspondiente por no habérseles diagnosticado con exactitud, mediante pruebas específicas, esa causa. Pero, ¿y el resto, esos miles de españoles y españolas que deberían estar vivos y están muertos?


Sabemos que desde marzo, y particularmente durante el confinamiento, innumerables ciudadanos dejaron de acudir a los centros de salud y a los hospitales para tratarse sus dolencias, muchas de ellas crónicas y necesitadas de una atención sanitaria constante, y sabemos también que otro gran número no pudo someterse a intervenciones quirúrgicas necesarias y urgentes por haberse suspendido las actividades de cirugía en los hospitales. No olvidamos, tampoco, la dramática situación durante semanas de las Urgencias, en las que acaso no pudieron atenderse con la prontitud habitual accidentes y colapsos, y de todo eso que sabemos se desprende, sin duda, otra parte de ese exceso de mortandad anotado en los Registros Civiles de toda España.



La inevitable desatención médica de tantas patologías que forzó el súbito alud de atacados por el coronavirus, y que también alterará a la baja la esperanza de vida de que gozábamos, contribuyó a esa letal cosecha, pero se ignora cuántos suicidios activó la angustiosa situación general, y cuántos de esos muertos de más murieron, sencillamente, de pena.





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