El enorme desconcierto de los españoles

Fernando Jáuregui
07:00 • 11 ago. 2020

Toda España es una encuesta. Las que se conocen y las que se guardan en la manga los diversos poderes. Las del CIS y las otras, a su vez de muy variado pelaje. Quienes han de estudiarlas todas y sacar conclusiones llegan apenas a una unánime: el desconcierto de los españoles ante una situación que nunca antes habían vivido es mayúsculo. La protesta contra la falta de transparencia a todos los niveles, casi unánime. Y el temor a un futuro que se concretará ya en septiembre con casi toda su crudeza, enormemente mayoritario. Son, te dicen quienes creen saber, todas tendencias negativas, matizadas por muy escasos ánimos constructivos.


Los españoles desconfían de sus representantes, y de ahí no pocas actitudes de ‘rebeldía’ incluso frente al Covid’19. 


Apoyan, no por una abrumadora mayoría precisamente, a la Monarquía sobre la República, pero, si se para usted a mirar las cosas detenidamente, no son ni republicanos ni monárquicos. Son , los que lo son, ‘felipistas’, de Felipe VI, como antes eran, en mayor medida, ‘juancarlistas’. Hay sondeos en poder del Gobierno (y de La Zarzuela) que muestran un muy escaso apego a la actual forma de Estado en la izquierda-a-la-izquierda del PSOE -siempre ha ocurrido, por otro lado_y una considerable división de opiniones entre los votantes socialistas: se comprueba que el PSOE es, en estos momentos, el último valladar de defensa de la Corona. Los jóvenes ‘pasan muy mucho’ de estas disquisiciones: la forma del Estado no es algo que les preocupe grandemente, muestran los sondeos.



El Rey, que este miércoles se encuentra con Pedro Sánchez en una presumiblemente importante ‘cumbre’ en Marivent, sabe que tiene que ponerse en manos del presidente del Gobierno, y este es consciente, me parece, de que no podría ahora apoyar los planes desquiciados de su socio de coalición, Unidas Podemos, en favor de cambiar la Constitución para traer una suerte de República ‘plurinacional’. Un dislate, y Sánchez, digan lo que digan, así lo entiende. Ha sido el propio presidente quien lo dijo en su famosa carta a los militantes: no se puede dejar la defensa de la institución máxima, la Jefatura del Estado, apenas en manos de la derecha. Eso sería agravar el problema de las dos Españas. Por eso urgiría ese pacto transversal en defensa del sistema, ese pacto que nunca llega porque los partidos solo ven el futuro para sí mismos, no para la nación.


Los sondeos que me cuentan, que no han llegado a las páginas de los periódicos, muestran que la causa monárquica ha sufrido un revés con la rocambolesca operación, no explicada por sus protagonistas, de la marcha de Juan Carlos I a destino conocido pero no revelado oficialmente. Otro dislate más. Yo confío en que en las próximas horas llegue el momento de las explicaciones ‘desde arriba’, y eso incluye al propio Felipe VI, cuyo mutismo es peligroso, comenzando por él mismo, entiendo.



Una lectura política del conjunto de encuestas, variopintas pero coincidentes en cuestiones fundamentales, muestra que la habitual indiferencia de los españoles hacia la cosa pública va dejando paso a un posible estallido anímico de rabia: hay conciencia de que quizá no estemos en buenas manos, y no me refiero solamente al Gobierno bifronte. 


Creo que es suicida mantener todo, Gobierno, actitudes, hermetismos, incompetencias, como si nada estuviese ocurriendo en este país asustado por los rebrotes, por la inmensa crisis económica, por las locuras de Torra, por la atonía de los poderes de Montesquieu. Todo puede ser peor en septiembre y no me parece que con estos hilos desgastados por siete meses -ahora se cumplen_ de gobernación desmadrada se esté tejiendo una red lo suficientemente fuerte para evitarnos caer al abismo. ¿Qué más tiene que ocurrir para que lo entiendan?




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