Mejor, sin prisas

Charo Zarzalejos
07:00 • 17 jul. 2020

Se está urgiendo al Rey Felipe VI a que tome medidas de alejamiento hacia su padre, el Rey Emérito. Las informaciones que aparecen asombran y entristecen a quienes somos bien conscientes del inmenso papel que Juan Carlos I ha jugado a favor de la democracia en España pero es necesario observar la situación con una cierta distancia y una enorme prudencia.


Uno de los principios en cualquier proceso penal es el principio de contradicción. Aquí no existe. Sólo existe Corina que juega de manera excepcional su papel de amante despechada que necesitaba desahogarse con un tal Villarejo. ¿Alguien se puede creer que no sabía que la estaba grabando? Además de las grabaciones, existen una serie de documentos que, eso sí, son comprometedores para el que fuera Jefe de Estado.


Hay que reclamar para el Rey Emérito la misma presunción de inocencia a la que todo ciudadano tiene derecho. No son ejemplares muchos aspectos de la vida privada de Juan Carlos I pero de ahí no se puede concluir una enmienda a la totalidad a la Corona. Precisamente por todo esto y porque antes de dictar sentencia hay que tener pruebas contundentes, Felipe VI no debe hacer caso de las urgencias que algunos le reclaman. Tiene derecho a medir sus tiempos y a meditar con serenidad las decisiones que, en su momento, pudiera adoptar.



Se habla con mucha alegría de un eventual exilio o de que sea el Rey quien expulse a su padre de La Zarzuela. Lo que haga el Rey Felipe VI bien hecho estará siempre y cuando no se deje llevar por urgencias, a veces interesadas. Asombro y tristeza por lo que vamos conociendo en torno al Rey Emérito, hacedor excepcional de la democracia española. Preocupación por el Rey Felipe VI que como Jefe de Estado merece la protección de todas las instituciones. El representa a la Monarquía reconocida y amparada constitucionalmente que es lo que hay que preservar frente a peligrosas y absurdas ensoñaciones.





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