Un Gobierno herido de muerte

Pues a ver qué hacemos ahora. Como saben, los tests rápidos para detectar el coronavirus comprados por el Ministerio de Sanidad en China no sirven. Según han podido comprobar varios laboratorios de grandes hospitales, estas pruebas, que eran las que estaba prometiendo el sobrepasado presidente Sánchez en sus peroratas televisivas cuando anunciaba que iban a llegar muy pronto, apenas tienen una fiabilidad del 30% cuando deberían superar el 80%. Es decir, que los análisis en los que se iba a basar la primera línea de respuesta sanitaria no son capaces de generar la necesaria confianza, porque ofrecen falsos negativos o, por decirlo en la jerga de este sedicente Gobierno, resultados “no concluyentes”. 

Y por eso digo que a ver qué hacemos. Sin un diagnóstico rápido no podemos identificar, aislar y curar rápidamente a aquellos pacientes infectados, frenando así la famosa curva del coronavirus y, de manera especial, descongestionando los servicios de cuidados intensivos. Tuvo que ser la embajada de China la que saliera a corregir al desnortado gobierno español aclarando que la empresa con la que contactaron los linces del Ministerio de Sanidad no tenía licencia. Es decir, que fueron a comprar las pruebas, de manera textual, a los chinos. Lo propio de un gobierno que no es más que una burda falsificación de aptitudes y competencias y que ha venido a descomponerse a las primeras de cambio. Y me temo que por mucho que les duela a los cuadros de palmeros y arrimados de este experimento progre, lo único que cabe ya con esta gente es rogarles la máxima capacidad de acierto que puedan articular en las próximas semanas, y no ya por ellas y ellos, sino porque de su actuación dependerá que la calamidad sea sencillamente insoportable o directamente criminal. En cualquier caso, España no se merece pasar un minuto más bajo este inútil gobierno, al que ya solo le queda el decoro de hacer las maletas una vez se confirme que el peligro ha pasado.