Memoria poética y barbarie

José Fernández
11:00 • 29 ene. 2020

Aunque el filósofo marxista alemán Theodor Adorno decía que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie, asisto estos días a una cierta poética sobre la liberación del campo por las fuerzas soviéticas en 1945 y un claroscuro generalizado acerca de lo que sucedió allí mismo tras la derrota nazi. Y es que casi nadie recuerda que el campo no fue demolido, como tantos otros, sino que empezó a ser aprovechado por los rusos para hacer con los disidentes polacos lo que los alemanes hacían allí con los judíos. Y eso no se cuenta, como tampoco se recuerdan los gulag soviéticos. Sé que esto rompe el ritmo de la columna, pero como preveo problemas de comprensión lectora, perderé unas líneas para decir que, como Indiana Jones, yo también detesto a los nazis y que el nazismo me parece una de las cumbres de la historia de la infamia. Dicho esto, insistiré en la incomprensible amnistía ética que hemos aplicado al comunismo, normalizando (dejo lo del blanqueo para los invernaderos y a los intrépidos de la estética íntima) un modelo de pensamiento que ha provocado muerte, miserias y padecimientos sin límite en cuantos países lo han abrazado o sufrido. El comunismo es un régimen tan totalitario, criminal y abominable como el nazismo, pero aquí los tenemos dando lecciones de democracia. 


Y tan tranquilos. Pero esta amnesia sucede también, a una escala local, en Almería. Si hacen memoria, verán que cada cierto tiempo un grupo de nostálgicos de la II República se reúne en la puerta de la que fuera cárcel del Ingenio a cantar la Internacional y a glosar allí el sufrimiento de los presos almerienses del franquismo. Pero nadie menciona o recuerda que durante la guerra en esa misma cárcel también sufrieron muchos presos almerienses del otro bando. Y cuando se recuerda algo a medias, no se recuerda de verdad. Empeñarse en presentar la historia de manera sesgada también es una forma de barbarie.






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