Sangre, sudor y lágrimas

Recordando a Blood, Sweat and Tears, una banda fundamental en la historia del rock

Ramón García
09:29 • 03 dic. 2019

Hace unos días se celebraba el nacimiento del político más admirado y controvertido de la historia del siglo XX, Winston Churchill. Un hombre que, con el poder de su oratoria, convenció a los británicos a resistir frente a lo que ya se consideraba prácticamente un hecho en plena Segunda Guerra Mundial: la invasión de la isla por los nazis. Ahora que esas ideologías vuelven con fuerza y comienzan a invadirnos soterradamente, colándose en nuestros parlamentos, no viene mal recordar su figura y sus palabras. Como sabéis, lo mío no es la política sino la música, pero todo está relacionado.


Fue Johnny Cash el primero que plasmó una de las más famosas frases del político - aquella del ‘no tengo nada que ofrecer más que sangre, trabajo, lágrimas y sudor’ - en el título de uno de sus discos en 1963. Pero fueron ocho norteamericanos y canadienses con ganas de experimentar los que dieron un paso más, llamando a su banda precisamente así, Blood, sweat and tears. Los BS&T comenzaron impulsados por Al Kooper, uno de los tipos más visionarios musicalmente hablando y responsable, poco antes, de ayudar a Dylan a electrificar su música.


A Kooper, aun viniendo del rock, le apasionaba el jazz – concretamente el explosivo trompetista Maynard Ferguson – y no se le ocurrió otra cosa que formar una banda que concentrase la potencia del rock, la sensibilidad del soul, la energía del rhytm'n'blues y, por supuesto, la sonoridad de las big bands jazzísticas que tanto amaba. El resultado ya aparece en su primer trabajo – y único disco con él, por cierto – llamado Child Is Father to the Man (1968) donde mezclaban todos esos ingredientes con un resultado casi perfecto. Arreglos orquestales, riff rockeros, toques de bossa-nova, melodías pop, algo de psicodelia y una magnífica sección de metales – entre los que estaba un jovencísimo Randy Brecker – conformaron una obra que alternaba composiciones propias con versiones de Tim Bucley, Randy Newman o Carole King que casi mejoraban los originales. No serían conscientes en ese momento, pero ese primer disco se adelantó por poco al nacimiento del jazz-rock y el progresivo. Su fundador se marchó pronto, pero el grupo continuó facturando muy buena música durante casi una década.



Conviene rememorar a esta banda, fundamental en la historia del rock, y también que existieron políticos con el suficiente sentido de estado como para quedarse solos enfrentándose a la barbarie y la intolerancia, sin importarles el coste personal. Un par de Churchills no nos vendrían mal por aquí, si no queremos volver a sufrir con sangre, sudor y lágrimas.





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