Gobierno de la dignidad, progresismo… y corrupción

Antonio Felipe Rubio
07:00 • 22 nov. 2019

No es sólo dinero. Son las oportunidades perdidas, el tiempo irrecuperable, el empobrecimiento y  la dignidad laminada. El saqueo de Andalucía durante el régimen socialista no se circunscribe a un periodo determinado. Este proceder ha sido una constante que dimana de otros episodios en los que no se respetaba ni el BOE, Cruz Roja, Guardia Civil… y Malesa, Filesa, Time Sport… y lo que no hemos conocido o destapado.


El yugo socialista en Andalucía ha logrado domeñar conductas críticas: extorsión y asfixia para los irreductibles, y favores y sinecuras para los domesticados. El PSOE ha logrado instilar el concepto de que en Andalucía ha sido más cómoda y productiva la iniquidad que la honorabilidad y la honradez. La arbitrariedad eclosionó otorgando paguicas, subvenciones, enchufes y el estipendio a los sectores críticos que callaron, consintieron y ocultaron a cambio de un precio que, por acostumbrado y extendido, forjó una legión de prosélitos del socialismo que propalaron las bonanzas de un régimen refractario a cualquier tipo de contestación. 


Inherente al “progresismo” de la izquierda es el empobrecimiento de los pueblos que la sufren. No existen argumentos objetivos que justifiquen que una de las regiones con mayor capacidad y potencial de Europa siga manteniéndose en los peores puestos en PIB, paro, educación… y progreso. El “éxito” de la permanencia en el poder no es fruto de la racional convicción; es la exhibida alternativa a tener que buscarse la vida con sacrificio e incomodidad. Alinearse con el Régimen ha demostrado que la iniciativa, el emprendimiento, el esfuerzo y el sacrificio son más incómodos si no es a cobijo del providencialismo institucional; el que todo lo controla y todo lo puede. 



El “progresismo” acuñado por la izquierda y la ultraizquierda, aderezado con el desparpajo que les otorga una pretendida superioridad moral, ha sido la patente de corso para justificar acciones en aras del mantenimiento de la “paz social”. Es decir, la paz de los cementerios en los que han sepultado las inquietudes de una sociedad que, aun queriendo y pudiendo, no han sobrepasado los límites impuestos por la frontera del intervencionismo. Y es que el socialismo andaluz ha estado presente en todas las instancias. Desde humildes asociaciones de vecinos a ampulosas organizaciones empresariales, todo ha sido supervisado por el Régimen arbitrando a la luz o desde la sombra y, en consecuencia, con el premio o castigo que cada uno ha merecido.


Chaves y Griñán, así como los otros/otras 17 delincuentes, son la parte emergida de una trama que ha frenado a Andalucía para que el PSOE avanzase en el poder. Pero esto no afecta a una parte del PSOE. La contaminación es sistémica naciendo de la zona más troncal (Andalucía) donde más votos cosechan y más fidelización compraron. Así, en unas elecciones generales no sólo se beneficia el PSOE de Andalucía, sino al candidato socialista que aspira a presidir toda España. El votante de Andalucía, seducido por los “beneficios” de su benefactor, no sólo apoyaba a la junta del PSOE de Sevilla, había que mantener al PSOE sea cual fuese su ámbito, ya que la lectura era que “sólo con el PSOE se mantiene la mamandurria”; así, cualquiera de las elecciones generales ha estado dopada y favorecida por un masivo apoyo proveniente de Andalucía y, consecuentemente, Pedro Sánchez -como otros- se ha favorecido de este caudal de apoyos comprados con el dinero de los ERE y, especialmente, demorando tras las elecciones generales el conocimiento de la sentencia más grave de corrupción de entre todas las regiones de Europa. 



Es falso que lo de Chaves y Griñán ya es agua pasada porque dejaron de ser militantes del PSOE. Los echó Albert Rivera cuando puso esa condición para que Juan Marín apoyase a Susana Díaz. Además, un ministro o un consejero pueden ser elegidos por el presidente del gobierno o de la comunidad autónoma, y pueden ser extraídos de la sociedad aun sin ser militantes, pero un presidente del PSOE no es una extracción coyuntural. El presidente nacional del PSOE lo es por tradición, prestigio, honradez, honorabilidad, trayectoria y, sobre todo, por ser abanderado de una militancia que le ve como el más concernido e involucrado -para lo bueno y para lo malo- de su partido. 


Así, la contaminación sistémica a través del clientelismo y compra de voluntades con recursos públicos no se puede acotar en tiempo y forma, pertenece a las entrañas de la organización de una ideología que se ufana de gobierno de dignidad, progresismo… y, también, corrupción.





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