Contra el pesimismo

José Ramón Martínez
11:00 • 20 nov. 2019

Entre la agresividad que rezuman los telediarios y el apocalipsis de algunos mensajes,  levantar la bandera del optimismo no es nada fácil. Se vuelve de nuevo al tema recurrente de la España negra, un fatalismo que nos persigue y que tiene mucho de relato interesado y partidista, cuando no meramente electoral. Y todo ello, hay que decirlo, en voz alta, a pesar de que España, según los organismos internacionales, es el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar. 


El relato del miedo Sin embargo, el fantasma del miedo parece recorrer de nuevo el mundo actual. Una retórica que siempre ha sido utilizada por los poderosos, desde la Iglesia a los señores feudales. Suele ser el lenguaje de los intransigentes, que en tiempos de hipérbole y  exageración hacen sonar los clarines del miedo. Es el discurso más simple que no aporta nada, pero crea inquietud, cuando no zozobra sobre nuestro devenir. Lo peor de todo es que se trata de un relato construido por aquellos que temen perder protagonismo. 


Lo hemos podido comprobar con el mero anuncio de un pacto entre socialistas y podemistas que ha logrado sacar los demonios incubados, que algunos creíamos ya superados en nuestra dialéctica política. Se puede estar en desacuerdo con el PSOE, faltaría más, pero el socialismo hispano ha hecho grandes cosas por este país, en momentos muy difíciles, algo que está en la memoria de millones de españoles. Por otra parte, hay que felicitarse de la fortaleza democrática y la madurez que está demostrando la sociedad española después de cuatro años de elecciones e inestabilidad política. No estaría mal, algo más de autocrítica por parte de todos. Y menos altivez y más humildad. 



Las redes de la discordia Lo que sí es una verdad incuestionable, es que la lucha por el poder ha encontrado en las redes sociales su lugar ideal para crecer y desarrollarse, con la ayuda de los grandes grupos mediáticos. Hay demasiado activismo militante que ha hecho de la política el centro de su vida, fenómeno éste que parece menor en otros países. El resultado es que hoy hablar de este tema en España suele ser un lugar para el desencuentro.


En este contexto, vemos como el  debate entre adversarios se ha ido radicalizando sobre todo en las formas, ásperas y poco éticas, pasando el argumento y el dialogo civilizado a un segundo plano. No extraña que en las últimas semanas de las elecciones hayan sido Vox y los independentistas incendiarios los grandes protagonistas y los más beneficiados por la atención mediática. Como describe el analista francés Christian Salmon hemos entrado en la era de la confrontación que sería el nuevo recurso del marketing  político. A pelearse toca. 



Epilogo Es la hora de re-pensar este país más allá de las trincheras políticas y de los traumas históricos. Si queremos hacer una democracia habitable para todos, con un mayor afán constructivo, se debe canalizar la política hacia el entendimiento y hacer lo posible para que no vuelvan los rencores a la vida pública. 


Desde luego, sería un paso adelante dejar atrás la vieja retórica excluyente y antagónica de las dos Españas, todavía presente en nuestro sustrato ideológico, y ser  capaces de alumbrar, esa España, “no combatiente, sino pacificadora y reconstructora, pactista y dialogante”, como afirma el ilustre Rafael Jorba. Es la tercera España, como la llaman algunos, que encarna los valores reformistas, que reivindica la igualdad junto a la libertad, que puede tener la bandera republicana y la bandera monárquica y, que hace compatible la pluralidad de identidades. 





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