Mala gente

Ramón García
22:41 • 15 oct. 2019

Ahora que está tan de actualidad el hecho de que algún muerto va a salir de su tumba - esperemos que para reposar en otra cercana - recuerdo lo muy aficionado que fui en mi adolescencia a las historias terroríficas y truculentas, y cuanto más mejor. Posiblemente porque esa es la edad en la que cuanto más te sobresaltas mas crees que vas tú a impresionar a los demás.


Mucho ayudó a mi afición una vieja colección de kiosco llamada Biblioteca del Terror, que religiosamente adquiría cada semana, pero también un disco se erigió en mi favorito en lo tocante a mezclar buena música con temáticas aterradoras. No es otro que aquel mítico debut del ingeniero Alan Parsons llamado Tales of mistery and imagination, con el que fundó el famoso Project con su socio Eric Woolfson.


Y es que por debajo de esa maravillosa obra musical no estaba otro que uno de los escritores y personalidades más inquietantes de la historia: Edgar Allan Poe.



El disco ya comenzaba atrapándote con esa declaración de intenciones llamada A dream within a dream, una subyugante melodía instrumental con aire oriental que desembocaba en el fundamental The raven, donde ponían música a esa expresión ahora tan reivindicativa del ‘Nunca más’, y daban protagonismo a un invento novedoso en aquel 1976, el ‘vocoder’.


La turbadora historia de El corazón delator - que más de uno descubrimos en las Historias para no dormir de Chicho -, también tuvo su versión musical, cantada por alguien ideal para reflejar la locura del personaje, Arthur Brown, uno de los vocalistas más estrafalarios e histriónicos de la historia del rock. Y otro de los cuentos más espeluznantes de Poe, El barril de Amontillado, dio origen, paradójicamente, a uno de los temas más bellos de la discografía de Parsons.



Pero si para algo sirvió este disco a un adolescente ávido por descubrir nuevos mundos musicales, fue su segunda parte orquestal – ahí el tercer miembro del Project, Andrew Powell, era el protagonista absoluto – en la que se relataba otra de las historias de locura y terror del amigo Edgar, La caída de la casa Usher. Escuché aquella maravilla y entendí que si podía emocionarme con esa música tan alejada del rock, ya estaba tardando en ponerme a escuchar con interés a clásicos como Mozart o Beethoven.


La mente de Poe estaba plagada de monstruos, asesinos despiadados y locos imprevisibles, mala gente en general. Imaginó y recopiló toda esa galería de personajes en ese siglo XIX en que le tocó vivir. Si resucitase hoy en día no tendría más que ver un telediario y encontraría rápidamente la inspiración para nuevos relatos.




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