Almerienses que triunfan apretando

Hasta hace unos días, el término “trapero” me aparecía ligado a las enseñanzas piadosas de la infancia y a la labor solidaria (entonces se decía “caritativa”) de los llamados “Traperos de Emaús”, que eran o siguen siendo -no lo sé-  una ONG de cuando antes de las oenegés y cuya labor nos era presentada a los niños antiguos como un sólido ejemplo de la conciencia cristiana, del sacrificio y la abnegación. Es por ello que tenía relacionada esa palabra con un desempeño bastante penoso y con los padecimientos más severos.

Sin embargo, la otra noche descubrí que los traperos son hoy intérpretes de un género musical muy peculiar, que consiste en cantar como si estuvieras a punto de sufrir un shock anafiláctico. Todo eso lo pude ver la otra noche en “El Hormiguero”, programa al que había sido invitado un joven almeriense del barrio de Pescadería llamado Rafael Ruiz Amador, más conocido como RVFV. No hablaré de su música o de lo que sea eso que haga, pero he decir que el paisano admitió en su entrevista que se inspira sentado en el baño.

Y no, no piensen que ese dato me permitirá cerrar la columna estableciendo comparaciones facilonas entre su música y su tránsito.  Nada de eso. Y es que al escucharle recordé el poco conocido y breve ensayo de Henry Miller, “Leer en el retrete”, en el que el autor de “Trópico de Cáncer” no solo hace un canto a la inteligencia de nuestro organismo, sino que además deja caer interesantes reflexiones sobre la extendida costumbre de usar el váter como algo más que un mero elemento sanitario. Que nuestro joven intérprete lo use como fuente de inspiración habla bien, sin duda, de la autenticidad de su creatividad y hace que su deposición musical cuaje en una riqueza insospechada, como se aprecia en su lírico tema “Apriétala”: “Cuando tu entras al party, a mí se me caen loh mocoh” (sic.) Ya sólo queda, para cerrar el círculo, que usted también me esté leyendo justo ahí. Pues no le interrumpo. Fluya.