Sísifo y los espantapájaros

Moisés S. Palmero Aranda
11:00 • 31 jul. 2019

Afirmaba Aristóteles  que “la única verdad es la realidad”, así que si hacemos caso al filosofo griego, el hecho irrefutable, la única verdad, es que a día de hoy no tenemos gobierno en España. Pero en este país, las verdades nos importan poco, solo las atendemos unos minutos, lo que nos dura el efecto sorpresa, porque le sacamos más partido a las interpretaciones que a  la realidad. Aunque para ser sinceros, en esta ocasión, no ha sido ninguna sorpresa que Pedro y Pablo no se pusiesen de acuerdo. 


Estos días me ha venido a la cabeza el mito de Sísifo y su castigo. El rey de Éfira estaba condenado por los dioses a empujar eternamente una enorme piedra ladera

arriba, hasta alcanzar la cima de una montaña  pero, siempre, antes de llegar a ella, volvía a rodar hacia abajo, haciéndole repetir, una y otra vez el doloroso y frustrante  proceso.



Nos gusta recurrir a los mitos para buscar la explicación a un acontecimiento concreto. El problema es que como los mitos también son interpretables, al final no llegamos a ninguna conclusión razonada, y nos volvemos a enzarzar en discusiones, debates y argumentaciones absurdas, que nos entretienen a la orilla de la playa, en la barra del bar o en la cola del supermercado. Quizás, como afirmaba Albert Camus, en su ensayo filosófico “El mito de Sisifo”, es nuestro momento de dicha, la misma que sentía el condenado cuando caminaba ladera abajo para comenzar el eterno castigo.


Hay muchas interpretaciones del mito a lo largo de la historia, pero la mía, en estos momentos es que la falta de acuerdo, pacto o como quieran llamarlo, nos hará volver al principio, al mes de mayo. Mucho tienen que cambiar las cosas en septiembre para que eso no ocurra. El castigo, nuestra pesada carga, no la voy a relacionar con el hecho de volver a las urnas, ya que votar es siempre una oportunidad para afianzar la democracia, aunque sepamos que nuestros votos solo sirvan para comerciar con ellos. Lo que si considero como una gran piedra que rueda ladera abajo son nuestros políticos.






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