A quien buen árbol se arrima, ninguna sombra le cobija

Moisés S. Palmero Aranda
00:43 • 04 jul. 2019 / actualizado a las 07:00 • 04 jul. 2019

Nos hacemos llamar el hombre sabio y lo repetimos para recalcarlo, Homo Sapiens Sapiens, pero en estos días vivimos una de esas contradicciones que ponen en duda el nombre de nuestra especie. Intento ser comedido, buscar una explicación ante cualquier suceso, pensar que la gente tiene razones para hacer lo que hace, pero que inmersos en la primera ola de calor del verano nos dediquemos a podar los árboles de nuestras ciudades, me confirma que no tenemos solución, que estamos destinados a la extinción. Es más, creo que nos la merecemos. 


He intentado que alguien me lo explique, que me dé un argumento razonable para podar los árboles en verano, pero no lo he encontrado. He preguntado y llamado a varios profesionales del tema, gente con formación, y ninguno lo entiende. Me queda una espinita clavada, porque quizás me haya faltado preguntar directamente a los ayuntamientos que lo están haciendo,  pero los diversos grupos ecologistas, naturalistas, conservacionistas, se han intentado informar desde hace un mes por diferentes medios, y la respuesta ha sido el silencio. Con lo fácil que sería sacar un comunicado por parte de los profesionales que toman estas decisiones, para darnos una razón convincente, para que podamos comprender el por qué de este sin sentido. Lo mismo estamos equivocados, y hay una explicación que beneficia a los árboles, a nuestras ciudades, a nosotros. Que nos la cuenten por favor, queremos aprender.


Mientras alguien se digna a explicárnoslo la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, nos recuerda algunos datos como que los árboles bien colocados en torno a los edificios reducen las necesidades de aire acondicionado en un 30% y ahorran entre un 20% y un 50% de calefacción, ya que pueden bajar la temperatura del aire entre dos y ocho grados centígrados. También sirven como filtros para los contaminantes urbanos y las pequeñas partículas del aire, absorbiendo, y secuestrando, hasta 150 kg de Dióxido de Carbono por árbol, y por tanto ayudándonos a mitigar el cambio climático al que tanto nos referimos en los bares, donde nos refugiamos, bajo el aire acondicionado y la cervecita fresca. Además, insisten, en que pasar tiempo cerca de los árboles mejora nuestra salud física y mental, disminuyendo la presión arterial y el stress, y aumentando los niveles de energía y la velocidad de recuperación. Por estos datos y muchos más, hay estudios que demuestran que el paisajismo con árboles puede incrementar el valor de un inmueble un 20%.



Pero supongo que no tiene que venir la FAO  a darnos esas cifras. Nuestro instinto nos hace buscar la sombra en estos días, y la experiencia nos dice, que no es lo mismo la que da un edificio que un frondoso árbol. Pues ahora, cuando más la necesitamos, los dejan pelados. Aunque siempre nos quedarán esos bonitos toldos que nos prometen para protegernos del bochornoso y sofocante calor.


Otro de los temas que preocupa, y mucho, de estas podas innecesarias y hechas cuando el árbol está más activo, es la gran pérdida de biodiversidad urbana. Los árboles proporcionan hábitat, alimentos y protección a una gran variedad de aves, que justo en estos momentos se están reproduciendo, aunque no seamos conscientes de ello, entre las ramas de esos árboles que están mutilando. Verderones comunes, verdecillos, mirlos comunes, currucas cabecinegras, papamoscas grises o  gorriones comunes, que fue declarada ave del año en el 2016, por la SEO BirdLife, para que fuésemos conscientes de su gran declive en las últimas décadas, son algunas de las especies que se están perdiendo en nuestras ciudades. Luego nos quejamos de las moscas, de los mosquitos, y pedimos que nos fumiguen las ciudades para que podamos estar tranquilos en las terrazas de los bares.



Solo son inconvenientes, una cadena de terribles consecuencias que hacen más insufribles los veranos en nuestras ciudades, y que nos da un argumento más, por si no hubiese suficientes, para darle la razón al comediógrafo Plauto, que  ya en el siglo II a. C,  escribió que “el hombre es un lobo para el hombre” , algo que ya tenemos interiorizado, gracias a que el filosofó Hobbes lo recuperó en el siglo XVII, y que nos hace dudar de si somos muy sapiens.


Con lo fácil que es hacerle caso a nuestro refranero que dice que “pasado el mes de enero, en podar anda ligero” y “a quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.




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