Unidos en la desgracia

Antonio Casado
01:04 • 18 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 18 abr. 2019

Nunca caeré en la tentación del mostrenco mal que por bien no venga. Pero los hechos permiten constatar cómo la destrucción parcial de Notre Dame ha disparado las apelaciones a la solidaria unidad de los franceses frente a la desgracia. No es ningún consuelo pero la apelación responde a una buena causa.


La mirada impotente de los franceses sobre las humeantes pavesas de la catedral ha derivado hacia la apresurada forja de ese sentimiento de unidad. Y ya hay analistas que hablan del incendio como un inesperado elemento de cohesión de la ciudadanía tras la disolvente revuelta de los chalecos amarillos.


Algo suyo se ha quemado. Algo nuestro se nos ha quemado a todos los europeos. Es nuestra huella cultural la que se resiente con los graves daños sufridos por esta joya del gótico francés que, sin ir más lejos, inspiró el fecundo gótico español (Burgos, León...) en la baja Edad Media.



El compromiso del presidente francés, Enmanuel Macron, con la tarea de reconstruir el templo en los próximos cinco años y la inmediata reacción de los poderes económicos de la sociedad civil ha sido todo uno. Más de setecientos millones de euros a disposición de la tarea en las primeras horas del llamamiento. Admirable y significativo. Es el valor de lo intangible lo que no tiene medida. Algo que los españoles, como comunidad unida en un mismo sentido de pertenencia, hemos vivido ya. Por desgracia, en demasiadas ocasiones. Pero fue especialmente conmovedor lo ocurrido con los tesoros del Museo del Prado durante la guerra "incivil" (copyright Unamuno) de 1936-1939.


Imborrable y dolorido recuerdo el de aquellos setenta camiones que en febrero de 1939, a pocas semanas del fin oficial de la contienda, cruzaron la frontera francesa camino de Ginebra para poner las obras bajo custodia y protección de la Sociedad de Naciones. Imborrable y dolorido recuerdo el de María Teresa León, esposa de Rafael Alberti, y Timoteo Pérez Rubio, responsable de la Junta del Tesoro Artístico, trabajando con la improvisada junta de varios museos europeos para poner a salvo las amenazadas obras maestras de nuestra pinacoteca. Pero, por encima de todo, imborrable y esperanzador recuerdo de unas palabras que han quedado para la historia como testimonio de adhesión a nuestras señas de identidad. Lo intangible, en boca de dos políticos por siempre asociados a la breve y zurrada historia de nuestra Segunda República.



Se las dijo el presidente Azaña al entonces jefe de Gobierno, Juan Negrin, cuando se discutía sobre la forma de proceder para poner a salvo las obras amenazadas por los bombardeos del bando rebelde sobre la capital de España: "El Museo del Prado es más importante para España que la Monarquía y la República juntas".




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