Entre ramos y pencos

José Luis Masegosa
07:00 • 15 abr. 2019

Las puertas de la Semana Santa se han abierto  con numerosos actos y desfiles que ayer se centraron en la popular procesión de la Borriquilla. Hermandades y cofradías protagonizan unas jornadas que transforman el paisaje físico y humano de nuestros pueblos y ciudades, en donde podemos encontrar un amplio abanico de expresiones y manifestaciones que abarcan desde la  mística más profunda a las más suculentas recetas de nuestra gastronomía de Pasión,  tan rica y variada, sin olvidar la diversidad de nuestra etnografía y la multitud de costumbres y tradiciones paganas que acompañan estas fiestas religiosas. 

Las costumbres y tradiciones de la Semana de Pasión se mantienen con diferentes matices en la amplitud de nuestra geografía. En los valles gallegos de Vedra y Ponte Vea las jóvenes doncellas lucen  con orgullo el ramo de la palma verde, símbolo de pureza y virginidad, con el que han sido obsequiadas por sus galantes pretendientes. En Elche, la cuna natural de la palma,  si ésta era blanca lisa se colgaba en los balcones para anunciar que en esa casa moraba un joven célibe y si la palma era rizada  comunicaba la existencia de muchacha en soltería.


En algunos rincones almerienses aún perviven ancestrales ritos. En ciertos pueblos del Almanzora las mañanas del domingo están plenas de sorpresas y regocijo, o de disgusto y contrariedad, por parte de  las jóvenes en edad de merecer que recordarán, con placer o melancolía, el hallazgo en sus balcones de un ramo vegetal, de flores o plantas silvestres, señuelo de algún anónimo pretendiente. Pero el ramo se puede tornar en otras balconadas en el más insospechado, desagradable y hasta escatológico objeto, símbolo inequívoco de despecho y desinterés del tímido pretendiente. Cuentan las comadres lugareñas romances y cortejos mediante el ramo que en muchas ocasiones tuvieron fatal desenlace. Tal es el caso de una  joven virtuosa que anduvo azarosa toda la madrugada de un domingo de Ramos  a la espera de hallar en el balcón  el ramo de margaritas, su flor preferida, de su anhelado vecino, a quien deseaba en secreto desde la adolescencia. En la última visita a su balcón, antes de retirarse a la cama, la muchacha quedose estupefacta cuando descubrió a sus pies un abundante ramo de cardos secos y marchitos, muestra evidente del desprecio de su vecino. Las lágrimas de la joven dejaron de regar sus mejillas cuando, armada de valor y presa de odio, llamó a través de la terraza al vecino para que se prestara a dar una explicación. 



Solicito, el muchacho acudió de inmediato y aguardó bajo el balcón de la joven. No tuvo tiempo para argumentar las razones de su negativa a entablar relaciones. La caída imprevista de una “insegura” maceta descalabró la testa del frustrado galante , a quien hoy se le recuerda en el lugar como  “el tonto de la maceta”. 

No solo la noche del sábado y madrugada del Domingo de Ramos son escenarios de innumerables y peculiares tradiciones paganas que con diferentes orígenes acompañan esta fiesta. Si los ramos protagonizaron  los ritos de la festividad de ayer con la que el mundo cristiano celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, la Pascua de Resurrección tiene otras prácticas, como la popular Noche de los Pencos que se celebra en Tabernas y localidades cercanas. La noche del Sábado Santo y madrugada de Resurrección siembran de inusitadas “bromas” y acciones sorpresivas a los vecinos, quienes pueden encontrar sus vehículos cambiados de estacionamiento, tropezarse con una puerta o ventana cerradas, o emplear un buen rato en encontrar macetas y adornos de sus viviendas, mudados de ubicación. 



Unas costumbres lúdicas que concluyen  una Semana de Pasión, pero también con siete días entre ramos y pencos.




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