Contra natura

Moisés S. Palmero Aranda
00:00 • 13 feb. 2019 / actualizado a las 07:00 • 13 feb. 2019

No descubro nada cuando digo que cada uno de nuestros actos tiene consecuencias en nuestras vidas. Pocas veces tenemos la ocasión de explicar las razones que nos llevan a actuar de una manera o de otra, así que se nos suele juzgar por el resultado final. Y que de cada decisión que tomamos, de cada uno de los efectos que provocamos, se derivan otras muchas nuevas decisiones que tomar y que acarrearán nuevas consecuencias, también es conocido y evidente.


Hago esta reflexión al estilo Mariano, pensando en el problema que se nos está planteando en la costa de Balerma. Es evidente que ante tan grave situación lo único que podemos hacer es buscar una solución urgente, y esa urgencia lo único que puede acarrear son consecuencias, para muchos impredecibles, pero para otros evidentes, aunque cuando hablamos de las respuestas de la naturaleza nada se puede dar por sentado.


En las últimas décadas estamos viendo como las alteraciones que hacemos en el medio, rompiendo los ciclos naturales empiezan a pasarnos factura. Lo de Balerma no es consecuencia de lo de Balanegra. Esa solución que se tomó de urgencia ha agravado el problema, pero la raíz de todo está en que ya los ríos, en este caso el Río Adra, no llegan al mar, no aportan los sedimentos que conforman nuestras playas. Sedimentos que se fueron depositando y circulando por nuestro litoral desde hace miles de años. Pero además de que no llegan las arenas, no permitimos que circulen con la construcción de puertos contra corriente, urbanizaciones y espigones. Si a eso le sumamos las toneladas de arena extraídas de nuestras playas para diferentes usos, tenemos un problema de difícil solución.



Al final se harán esos espigones, a pesar de que los informes técnicos, lo han dejado claro, digan que no hay nada que hacer, salvo echar arena cada verano que desaparecerá con el primer poniente de la temporada. Y como esos espigones afectarán a las playas de Almerimar en un futuro, construirán unos cuantos más, hasta llegar al límite de Punta Entinas Sabinar donde como nadie protestará, y los chorlitejos no votan, pues no pasará nada.


Lo de la costa es un ejemplo más, pero es lo mismo que lo sucedido en la Balsa del Sapo, donde extrajimos los sedimentos que llevaban años acumulándose y generamos un problema con el acuífero. Problema que ha generado otros muchos problemas, que solucionamos de urgencia con la salida del agua al mar, afectando, solo el tiempo lo dirá, a las Praderas de Posidonia oceánica del monumento natural. Pero da igual, ellas tampoco votan.



Otro ejemplo es lo que estamos haciendo con el agua que durante milenios se ha acumulado e nuestros acuíferos, provocando unas alteraciones, que de principio solo pueden parecer económicas, pero que, tarde o temprano, tendrá consecuencias ambientales, seguro.


A veces debería bastarnos mirar a la Sierra de Gádor para recordar que el desarrollo de una industria lleva aparejado un deterioro del medio ambiente, y que las industrias no duran para siempre. 



Cuando desaparecen dejan huellas difíciles de solucionar en el paisaje, en los recursos de los que vivimos y que afectarán de alguna manera a las generaciones futuras. 


Por desgracia el dinero no lo soluciona todo.


A veces los políticos, los que deben tomar las decisiones, deberían hacerle caso a sus técnicos y a los informes que se hacen. Para ellos sería mucho más fácil su gestión, porque no tendrían que enfrentarse a buscar soluciones imposibles como eliminar los mosquitos de las zonas húmedas, retener la arena de nuestras playas, o controlar las avenidas de las ramblas entre otras cosas. Luchar contra la naturaleza, puede solucionar los problemas a corto plazo, pero son soluciones parciales que tarde o temprano no serán de utilidad. Pero qué más da, las legislaturas duran cuatro años y el que venga detrás que apechugue, y el futuro, Dios dirá.


Algunos me acusareis de ventajista, pero muchos de estos problemas actuales ya se avisaron en el pasado, pero hacerles caso a los científicos, a los ecologistas, o tomar precauciones para conservar los recursos y el territorio, es algo que la economía de mercado no contempla. En las cuentas de resultados vale el aquí y el ahora.


Ya sé que hacen falta más soluciones y menos opiniones, pero cuando no las hay es mejor decirles a los ciudadanos las cosas claras, y no ponerse medallas por algo que causará un problema el día de mañana.


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