La puesta en escena de Ciudadanos contra Vox

Emilio Ruiz
14:00 • 02 ene. 2019

Ciudadanos ha declinado, hasta ahora, cualquier invitación para formar parte de los consejos de Gobierno de las autonomías donde su voto afirmativo o su abstención eran necesarios para alcanzar mayorías. Ha preferido firmar acuerdos parlamentarios quedándose al margen de responsabilidades gubernamentales. Si lo hubieran deseado, consejeros de Ciudadanos habrían formado parte de los equipos de Gobierno de Andalucía, con el PSOE, o de Castilla y León, Murcia y Madrid, con el Partido Popular. En todos los casos habrían sido pactos sencillos, entre solo dos partidos.


Además, a izquierda y derecha, con el PSOE y con el PP. Ha sido en Andalucía donde Albert Rivera ha decidido dar el paso de participar en el Gobierno regional. Pero, en este caso, el resultado electoral no hacía posible un pacto a dos, sino a tres. Y la casualidad ha querido que, por la derecha,  el tercer invitado sea un partido que tiene un ideario situado en el lado más extremo. Vox no es, como afirma mucha gente, un partido inconstitucional –ni siquiera los partidos independentistas lo son-, pero sí es un partido que vislumbra una España más propia del siglo XX que del XXI, de la España preconstitucional.



 En las negociaciones para formar la mayoría en Andalucía, Ciudadanos ha intentado transmitir la idea de que sus acuerdos iban a ser únicamente con el PP. La tarea era ardua porque PP y Cs solo suman 47 escaños, y la mayoría precisa de 55. De esta manera, la negociación que no se ha querido hacer con luz y taquígrafos se ha tenido que realizar entre cortinas, pero el resultado ha sido el mismo: Marta Bosquet (Cs) es hoy presidenta del Parlamento y no lo es Inmaculada Nieto (Adelante Andalucía) porque ésta solo ha sumado los votos de su formación y los del PSOE mientras la almeriense ha sumado los de su partido, los del Partido Popular… ¡y los de Vox! La misma combinación tiene que hacerse para la elección del presidente. Las matemáticas no fallan, y 55 (PSOE+AA) son más que 47 (PP+Cs), pero menos que 59 (PP+Cs+Vox).


 Albert Rivera sabe que esto es así y así lo ha querido y aceptado. Pero para limpiar la imagen de Ciudadanos, sobre todo en Europa, ha emprendido una campaña de desprecio hacia Vox, un partido que necesita en Andalucía no solo para disponer de la mayoría en el Parlamento y para elegir al presidente, sino, principalmente, para aprobar los presupuestos que posibiliten la ejecución de las medidas que pretende llevar a cabo. No se puede pactar con Vox y contra Vox al mismo tiempo. Ciudadanos ha optado por el acercamiento y el acuerdo con el partido de Santiago Abascal y tiene que ser consecuente con esa decisión. Es absurdo repudiar a quien necesitas y carece de sentido elaborar una serie de bandazos dialécticos para negar las evidencias. Dice Rivera, cuando el camino emprendido en Andalucía está a medio recorrer –porque falta lo más importante, la elección del presidente-, que con vistas a próximas citas electorales su prioridades de pactos serán con partidos constitucionalistas, entre los que no incluye a Vox y a Podemos. O sea, Vox hoy sí, pero mañana no... ¡por inconstitucional! No es creíble tanto travestismo político.



 Antes de terminar esta columna quisiera mostrar mi asombro por la actitud de los diputados socialistas ante la elección de Marta Bosquet como presidenta del Parlamento de Andalucía. Según ha declarado la propia Bosquet a este periódico, ningún miembro del PSOE le ha felicitado. Mal por todos los diputados del PSOE, pero muy mal por Susana Díaz, aún presidenta de la Junta de Andalucía, y por el presidente saliente del Parlamento, Juan Pablo Durán. Y, sobre todo, extremadamente mal por los tres representantes socialistas almerienses en la cámara. La cortesía no debe estar reñida con la rivalidad. No debe ser agradable verse en la oposición tras 37 años en el Gobierno y después de ser el partido más votado, pero los socialistas saben que el ascenso de la derecha al poder en Andalucía es al menos tan legítimo como el de Pedro Sánchez al Gobierno de la nación. La elegancia no debe perderse ni en los momentos menos agradables.




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