La negra sombra de la leyenda

José Fernández
14:00 • 11 dic. 2018

Siempre he pensado que la negra sombra de la leyenda que persigue a Almería como epítome del subdesarrollo ético y cultural la hemos dejado brotar nosotros mismos. Quien no se preocupa por construir y gestionar el relato de su propio éxito está condenado a ser descrito por su competencia directa. Durante el S. XVII, ingleses y holandeses combatieron a España por tierra, por mar, y también desde sus imprentas, flanco que jamás atendimos adecuadamente. 


Y ahí tenemos para los restos la crónica sesgada de nuestro Siglo de Oro trasladada al mundo por nuestros enemigos. Por eso hoy se sigue hablando de la Inquisición española y no de la aniquilación de católicos en Inglaterra. Pero en el caso de Almería hay algo más que una historiografía fallida. Además de asumir con cierta satisfacción que se calificase de “milagro” el descomunal esfuerzo individual y colectivo de miles de familias trabajadoras y comprometidas, ha habido muchos almerienses que se han dejado deslumbrar por la pose progre que suponía hablar mal de Almería. Durante muchos años, buena parte de la izquierda política y social almeriense articuló una sentida devoción por el esbozo tenebrista de una Almería infame, que ha pasado de la literatura de protesta al cliché televisivo del ecosistema de putas y caciques, para mayor alborozo de los fans de las teleseries y de los teóricos de los límites de la ficción. Y lo sorprendente es que con estos precedentes sigamos poniendo el grito en el cielo cada vez que nos pintan como el parque temático de la sordidez. ¿Acaso alguien hace algo para parar el festín de tópicos? Lo último ha sido ver a un desinformado escribiendo majaderías sobre las librerías, la cultura y lo que se vota en Almería. Y lo ha hecho en el periódico aprisionado por las axilas más pluscuamperfectas de cada mañana. Pues nada: o aprendemos a comunicar lo que es Almería, o nos sentamos a esperar que nos caiga la próxima.






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