Podemos no puede

Antonio Casado
14:00 • 15 nov. 2018

Podemos creció sobre la ilusión de los desilusionados con el sistema. Ahora es el partido de la desilusión. Así han empezado a verle quienes, al finalizar la primera década del siglo XXI, en pleno hundimiento del modelo socio-económico que anestesió a la sociedad española, se hicieron visibles gritando su indignación contra las injusticias del sistema.


Tal y como reclamaron los sectores bienpensantes, el grito se convirtió en partido político, formalizado en marzo de 2014, con un pie en la calle y otro en la Universidad. Así nació una luz nueva para una izquierda sumida en el desencanto tras la ruptura de sus votantes con el PSOE (mayo 2010) y la crisis de las recetas socialdemócratas. El minuto y resultado es un desbarajuste político, ideológico y sobre todo organizativo, en el seno del partido dirigido por Pablo Manuel Iglesias, ahora afectado por el virus de la desintegración territorial. “Para salvarme y salvarte” (España), “con amor te deletreo”, escribió el poeta Gabriel Celaya, comunista y republicano mucho antes de que hubiera nacido el Iglesias que, según confiesa, se ve obligado a hacer contorsiones para decir la palabra “España”. No le ha lucido nada: “Con Pablo y el núcleo impulsor de Podemos no conecto. Me hacen sentir más catalana que nunca”. Son palabras de la alcaldesa de Barcelona, Ada Coláu.


En estos momentos la marca está cuarteada por las tensiones organizativas en las distintas comunidades autónomas. Pero es en Madrid, la joya de la corona debida al tirón de Manuela Carmena, donde la escenificación del conflicto se les ha venido encima. La alcaldesa nunca desaprovechó la ocasión de desmarcarse y airear su incomodidad por caminar junto a estos compañeros de viaje. Y ahora que se va a cumplir el cuatrienio al frente de la alcaldía, ha decidido volar con lista propia en las elecciones de mayo. Antes ha elegido a sus podemitas preferidos. Y estos han tenido que optar entre las dos fidelidades, desvelando así la fragilidad de su compromiso con Podemos y la irrelevancia de la dirección del partido, la nacional, la regional y la municipal.



Es el culebrón de la semana, presentado en los circuitos políticos y mediáticos como un episodio clásico de rebeldía interna. Los elegidos por Carmena han sido suspendidos de militancia (Rita Maestre y cinco concejales más), pero la alcaldesa no se apea. Se dispone a liderar una “agrupación de electores” (“plataforma progresista”, dice), donde el orden lo decida ella, no el resultado de primarias en un partido al que no pertenece.


Podemos lleva dentro el germen de la división. Está destinado a romperse si no cambian las vigas maestras de su arquitectura política.





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