La soledad de los pueblos

José Luis Masegosa
07:00 • 22 oct. 2018

La mitad de los municipios  almerienses con más de un millar de habitantes cuentan con una renta media bruta por debajo de los 16.933 euros, según el último informe de la Agencia Tributaria sobre las rentas medias, del que se hacía eco ayer La Voz . La cifra es inferior a la media de la provincia -19.662 euros- , sensiblemente menor que la media andaluza -21.799 euros-, y que la española -25.950 euros-. La realidad de los números nos sitúa en una posición que no puede satisfacer los intereses globales de la provincia y que pone de relieve las numerosas carencias socioeconómicas  que aún padecemos. Este panorama es aún más preocupante si atendemos a la caída demográfica experimentada en el último lustro, a tenor del informe de 2017 del Instituto Nacional de Estadística, según el cual la mitad de los municipios almerienses han perdido habitantes y tienen riesgo de desaparecer en las próximas décadas si no cambian las tornas. El fenómeno se agudiza en el interior de la provincia, donde los pueblos se quedan solos con una población  mayoritariamente masculina, envejecida y con menos mujeres que se ven forzadas a emigrar. Salvo algunas excepciones, las menos, a los pueblos, a nuestros pueblos, les ocurre como a los muertos en la rima de Bécquer.


En la excepcionalidad antes aludida quedan incursos otros pueblos, cuya sostenibilidad  difiere de la de aquellos pueblos  llamados a la inacción y a la inanición, los dos factores causantes principales de la destrucción moral y material de nuestros municipios,  como reflejaba en profundidad un número  de “El Bloque. Periódico Republicano. Defensor de los Intereses locales y del Distrito, en general”, como se autodefinía el rotativo orialeño de principios del siglo XX, al que me he referido en otras ocasiones. Aún en contextos diferentes, el análisis del medio republicano podría tener cierta vigencia hoy:  “Nuestros pueblos –apunta la publicación- fueron en un tiempo ricos en hombres, en comercio e industria y en agricultura. Hoy han desaparecido todos estos elementos de progreso y especialmente los hombres. ¿Cuál de éstos es la causa de la desaparición de los otros?. Creemos que los hombres. Si la intelectualidad  y condiciones morales de los hombres del ayer las poseyeran los de hoy, seguramente continuaría nuestra riqueza con el mismo brillo y desarrollo. Es la inteligencia y la voluntad firme y decidida la que empuja a los pueblos en el camino de la civilización y del progreso para más engrandecerse. Cuando ésta falta, que es la propia esencia de la vida de que se alimentan los pueblos, éstos, por consunción desaparecen”.


Causa asombro la precisa reflexión y los confirmados augurios de futuro que apuntaba en su momento este editorial del periódico republicano, dirigido por Antonio Sánchez García. A buen seguro que muchos pueblos, hoy en día, perecen de hartazgo, de malquerencias y envidias entre sus prohombres. En aquellos pueblos que se extinguen por inacción el movimiento intelectual ha sido regresivo y la carencia de actuaciones ha estado provocada por el egoísmo, la envidia, el recelo, la venganza, la soberbia, el orgullo y, sobre todo, la ausencia de inteligencia e incapacidad de los titulares de las administraciones en sus diferentes escalas.  .De ahí que haya que desterrar los procedimientos caprichosos y dejar de oponer a la fuerza de la razón, la razón de la fuerza; impedir el abandono de sí mismo a los apetitos insaciables de dinero, alejar la envidia rastrera e inmunda del impotente y aminorar la prisa en restringir las libertades. Los pueblos enseñan su interior con las manos de sus gentes, de cuya mayor intelectualidad depende su vocación de sacrificio hacia los demás; en definitiva, su obligación de servicio al resto de sus convecinos y aquí radica una de las fórmulas magistrales del progreso de nuestros pueblos, que no es sino nuestro propio progreso. Tal vez, entonces, nuestros pueblos no queden solos y su soledad sea solo un mal sueño de una noche de otoño.






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