El storytelling político

Fermín Bocos
14:00 • 19 sept. 2018

Vvimos tiempos confusos. Plantear ahora una iniciativa para reducir el número de aforados es una cortina de humo para retirar de las portadas de los medios la polémica surgida alrededor de la tesis del doctor Sánchez. Es lo que en el mundo anglosajón denominan un "storytelling". Un relato de distracción. Es el aprovechamiento no siempre bien intencionado de los recursos del poder para introducir en el debate político iniciativas diseñadas para desviar la atención de los ciudadanos de determinados cuestiones que resultan incómodas para quien en ese momento gobierna un país. Seguro que les suena.


Efectivamente. Es exactamente lo que hizo Pedro Sánchez anunciando inopinadamente y fuera, por cierto, del Parlamento, nada menos que una reforma exprés de la Constitución. ¿Para qué? ¿Para hacer frente a una inminente amenaza a la unidad de España? O, ¿para que de una vez por todas se cumpla el mandato de la Carta Magna que proclama (Art. 47) que todo español tiene derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada? No. Nada de eso. El "storytelling", el relato de distracción propuesto pretende modificar el régimen legal que rige el aforamiento. Para suprimir el aforamiento del que se benefician diputados y senadores. De llevarse a término la mencionada reforma afectaría a unos 600 electos, una porción minúscula de los 250.000 ciudadanos 


-mayoritariamente magistrados y miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado- que están aforados. Por no hablar de quienes lo son por pertenecer a los parlamentos autonómicos. Para que prospere la iniciativa en el Parlamento sería imprescindible el concurso del PP que tiene mayoría en el Senado. Está por ver que decidan apoyarla aunque llevaba esta medida en su programa electoral. La nueva dirección del partido recela de la propuesta de Sánchez a la vista de la situación en la que se encuentra Pablo Casado por el asunto del máster. También sospechan que al hilo de esta iniciativa Sánchez haya podido urdir algún tipo de acuerdo con los partidos separatistas que le apoyan para que en el futuro ya no sea argumento esgrimir que la reforma de la Constitución es poco menos que romper un sello sagrado. Si en sesenta días se puede cambiar la Carta Magna, ¿Por qué no celebrar una consulta sobre el futuro de Cataluña?



Vivimos días de improvisación y lo malo de quien está al timón del Gobierno es que está tan hipotecado que empieza a reaccionar por impulsos, con mentalidad de náufrago. Se agarrará a lo que sea con tal de seguir ganando tiempo para ver si mejoran las expectativas electorales del PSOE. Y si hace falta sacar cada día un relato de la chistera aunque esté alejado de los problemas reales de España -el desafío separatista, el paro, la precariedad salarial traída por la reforma laboral, la ley de dependencia de la que se han olvidado, etc.- se hace. Para eso se ha rodeado de asesores de imagen. Para eso el montaje de la Casa de América para celebrar los cien días. ¿Qué es lo que podía celebrar? ¿Las dimisiones de ministros? ¿Las rectificaciones y la sensación de que es el copiloto (Pablo Iglesias) quien maneja la nave? Está claro que plantear ahora la reducción del número de aforados es una cortina de humo para retirar de las portadas de los medios la polémica surgida alrededor de la tesis del doctor Sánchez y, sobre todo, la penosa evidencia de la falta de consistencia del Gabinete que preside.





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