Gracias

Francisco José Maldonado
07:00 • 19 jun. 2018

Han sido meses duros, muy duros. El día uno de junio 2018 superamos otra etapa más en el largo proceso del tratamiento contra el cáncer de mama. Si dura fue la sospecha diagnóstica y poder asimilarlo en la unidad Radiológica de Mama (gracias Dra. Rosa Vázquez y resto del servicio,  sois humanamente geniales), también fueron duras y dolorosas las pruebas diagnósticas; horrible y triste la confirmación de la sospecha, eterna la noche previa a la intervención quirúrgica pese a las palabras de alivio del personal de Enfermería de la planta donde fue ingresada (gracias colegas y compañeras). 


El miedo atenaza a quien aguarda en la antesala del quirófano (gracias compañeros, sin vosotros hubiera sido distinta la espera... ) ... la espera de ese diagnóstico intraoperatorio, cuando se produce la llamada desde Anatomía Patológica (gracias a ese silencioso servicio que es tan fundamental); suenan respiros de alivio en el quirófano, los ganglios están limpios parece que la lesión está localizada sólo en la mama, se procede a finalizar la mastectomía sin vaciamiento axilar y tratando de dejar las menos secuelas en esa zona tan femenina y delicada, se implanta la prótesis definitiva y así evitar nuevas operaciones (gracias Dr. Miguel Lorenzo, cuánto han dado tus manos a la salud y el bienestar), el postoperatorio en Reanimación son horas de espera con ansiedad pero con cierta alegría de que todo ha salido bien y contando con tan buenos cuidados que los compañeros allí le ofrecieron desde las limpiadoras a los enfermeros, desde las auxiliares a los anestesistas, desde los técnicos a los celadores, la espera fue menos tensa (gracias por ese magnífico Servicio de Anestesia y Reanimación).


En la habitación la familia espera ansiosa a recibir noticias, sobre todo que sean buenas. También los vecinos de habitación ya se han hecho amigos, pues las situaciones humanitarias unen a las personas generando lazos que aunque el tiempo pase siguen vivos. 



Llega la primera noche del postoperatorio con sedación, flores, amigos y alegría de que vamos por buen camino. La despedida de la planta el día del alta hospitalaria, quedando para esa paella que nunca llega. Luego días y noches en casa cuidando la piel, los dolores, los drenajes, la inflamación con medicinas, con posturas, con láser, con alegrías y palabras de ánimo esperando  a que todo esto pase, visitas al especialista con grandes compañeras que nos reciben con las manos abiertas y siempre una palabra de ánimo en su boca. 


Seguimos a la espera del diagnóstico definitivo que emitan desde el laboratorio al analizar la biopsias de las piezas extirpadas, mientras sólo queda cuidarse, alimentarse bien y disfrutar cada segundo que pase. El postoperatorio es muy bueno sin complicaciones de edemas serios ni inflamaciones de cuidado. 



La cicatrización perfecta, los drenajes cada día menos llenos, llega el momento de la retirada de puntos, tras intentar aceptar la nueva imagen corporal, que le cuesta y mucho hasta que día día caricia a caricia, baño a baño, al final se enfrenta a ella, la mira de reojo al espejo, se la palpa, se acepta, la cicatriz está perfecta. Pero no todo es bueno, joder, otra vez a sufrir, el tumor principal era más grande de 5 cm y encima, dos de los tres ganglios axilares selectivamente extirpados tienen micrometástasis, esto obliga a reconducir el tratamiento oncológico. 


Pronto será Navidad y Año Nuevo. Esta enfermedad nos obliga a cambiar costumbres familiares y cambiar citas con amistades, volvemos a la espera desagradecida que ansiedad te genera. Pasados los Reyes Magos a quienes les pedimos salud como regalo, el 9 de enero del 18 por primera vez visitamos el servicio de Oncología (Gracias Dr. Antonia Martínez y resto de ese humano equipo que se enfrenta día a día al dolor de miles de personas con afecto y profesionalidad), la doctora hierro al asunto resta y nos explica lo que nos llega. Bueno,  lo que ella necesita para intentar que ninguna célula del mal siga por sus venas, son doce ciclos, 4 fuertes, muy fuertes y 8 más débiles pero eso sí semanales. 



Lo primero es intentar abordar una vía central y evitar hacer sufrir a su sistema vascular periférico colocándolo un PICC pero fue un fracaso sus venas no permitieron el paso siquiera de la guía, tres intentos dirigidos ecográficamente con perfecta técnica pero su luz vascular no quería nada dentro de ella que no fuera su tejido sanguíneo. Aparte del dolor por ella sufrido y la desazón del equipo sanitario no nos dijeron la opción del acceso central vía subcutánea, hubiera sido la mejor alternativa para ahorrarle sufrimientos al tener todos los accesos venosos tocados por ese veneno que es la quimioterapia. 


Al menos las alumnas de Enfermería hicieron sus prácticas en ella con buen atino y sin sufrimiento más que su miedo a los pinchazos, inevitable. 20 semanas, 20, de quimioterapia con efectos duros, muy duros, con momentos desconocidos de sufrimiento, con miedo a la pérdida del cabello. 


Gracias a todas esas personas profesionales que hacen que ese delicado momento sea más llevadero, logran lo impensable, es perfecta la peluca, nadie se da cuenta de que la lleva, hasta la doctora Antonia duda y pregunta sorprendida si aún no ha tenido la temida caída. Ella Le responde que si pero ha sabido ocultarla. Pone su empeño en curarse y que todo pase cuanto antes nunca antes estuvo tan mal. Pero la gran Humanidad que dan junto a sus excelentes servicios que prestan los grandes profesionales de la consulta oncológica y Hospital de Día oncológico siempre con un gesto amable y tan pendientes de todos con una sonrisa en su boca que iluminan la estancia más que mil luminarias y que generan tranquilidad en los pacientes y los hacéis sentir tan bien que se saben cuidados en todo momento. Gracias. Aún queda pasar por Radioterapia  (Gracias amigo Fausto, Dra. Ruiz y resto de equipo que tanta guerras batalla día a día con grandes victorias). Y cinco años de quimioterapia oral, el miedo a que sucederá, pero eso es un miedo... Y los miedos se afrontan y se superan fundamentalmente por que el futuro no ha llegado todavía y hay que vivir el presente con alegría. 


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