Esa manía de hacer Primarias

Puede que sea la edad o alguna otra circunstancia inexorable, pero aunque lo intento, cada vez me cuesta más entender las bondades y ventajas del sistema de elecciones primarias en los partidos políticos, que a mi juicio tan sólo sirven para ejercer una competencia desleal a los herederos de Barnum & Bailey y a otras grandes sagas del espectáculo. No sé si estarán siguiendo estos días la animada peripecia de los preparativos de las elecciones primarias en la agrupación municipal del PSOE almeriense, pero créanme que hay pocas compañías capaces de desarrollar con más sentido escénico el lema universal del más difícil todavía. De modo especial, la crítica y el público han valorado la performance de esa repentina y multitudinaria afluencia de solicitudes de afiliación que, por prodigiosa y sobrevenida, reduce a la categoría de picnic afortunado al episodio evangélico de los panes y los peces. ¿Es necesario que los partidos políticos incurran en veleidades circenses para articular de cara al público las pellejerías internas de toda la vida? Uno diría que no, que bastante teníamos ya con lo que había para que ahora todo ese recital de aceros y sangres se transmita en abierto. Y es que lo de la disputa interna leal y deportiva estará muy bien para los partidos políticos finlandeses, pero no podemos olvidar que estamos en España y que los españoles somos como somos. Por lo tanto, organizar este tipo de “festejos democráticos” con las puertas abiertas no vale sino para que la máquina de picar carne que es un partido político acabe poniendo perdidos a todos, cosa que es bastante desagradable, o que ya, en la cúspide del desacierto, acaben encumbrando a quien ni está ni es esperado, tal como sucedió en el propio PSOE cuando tras unas primarias acabaron haciendo presidente a esa luz sobre el horizonte que fue Zapatero. Y si sorprende que algunos insistan en repetir sus propios errores, ver a otros empeñados en ir por el mismo camino es ya de aurora boreal.