El problema de la alienación femenina

Marina Esteban Rodríguez
23:50 • 06 mar. 2017

Un fantasma recorre el feminismo: el fantasma de la alienación. Escribiendo este artículo desde lo estrictamente personal, si doy mi honesta opinión, creo que para esta nuestra lucha, es el problema más duro y complicado de afrontar. La alienación es el proceso de transformación del pensamiento de un individuo o colectivo hasta hacerlo contradictorio con lo que debería esperarse de su condición.  Por ejemplo, un negro racista, o un gay homófobo.
Pero, ¿qué parámetros abarca éste término en la lucha feminista? ¿Mujeres siendo machistas con otras mujeres? Pues no, porque una mujer no puede ser machista. Una mujer no oprime, viola, no maltrata ni asesina a otras mujeres por el hecho de serlo. No, una mujer no puede ser machista, pero sí puede estar alienada. Y es totalmente normal estarlo. 
Cuando nacemos somos como esponjas y es normal que cuando vivimos en una cultura del patriarcado como la nuestra, todo lo que absorbamos sea eso. Machismo. Desde pequeñas se nos asigna el rosa, las muñecas, las cocinitas, los vestidos. Nos enseñan incluso a competir con otras mujeres, a ser celosas y a juzgarnos entre nosotras. ¿Cuántas veces has llamado puta a la que en realidad era libre? ¿Cuántas otras has llamado zorra a la que tonteaba con el chico que a ti te gustaba? El otro día, viendo una serie, uno de los protagonistas engañó a su mujer con otra, así que la esposa fue a casa de la amante a insultarla y romperle el coche con un bate de béisbol. Si tu marido no te es fiel, el problema lo tienes con él. 
Por eso creo que esta es la parte más dura del feminismo. Cuando empiezas a leer y a informarte, y abres los ojos, y sabes que nunca los podrás cerrar, y te consideras por primera vez “feminista”. ¿Ese? Ése es un momento precioso. Entonces puedes ir a charlas, a debates, a manifestaciones, entrar en colectivos y asociaciones, y te das cuenta del mundo secreto que hay tras ese muro de silencio que nos han impuesto. 
Las mujeres feministas estamos organizadas, y conocemos perfectamente a nuestro enemigo, por eso no contamos con el problema que puede suponer tener a otra persona de nuestro mismo sexo en nuestra contra. Para empezar, chicas, quiero deciros que estar alienada es algo completamente normal. Es el ambiente y la cultura con la que has crecido, y es difícil plantearse las cosas de otra forma, mirar más allá. También es duro darse cuenta de que estás en una situación desfavorecida. A nadie le gustaría estar en nuestro pellejo cuando te das cuenta de que por haber nacido con éste género te van a pagar menos pasta por las mismas o más horas que a un tío en el curro. Y eso es sólo la punta del iceberg.  Por eso, si estás leyendo esto y crees que estás en el bando de las alienadas, te pido que no te cierres en banda a escucharnos. Intenta informarte, aprende, ve a charlas y sobre todo date cuenta de que no estás sola, somos muchas más y vamos a ayudarte en todo. Por otra parte, si estás leyendo esto y te consideras feminista, he de pedirte que conciencies. Sé que es cansado, inútil en muchos casos, y por mi propia experiencia sé que puede ser muy frustrante, pero es gratis y no sabes cuándo podrías estar cambiando la forma de pensar de alguien. 
Quiero a las mujeres unidas, luchando por una misma causa, y para eso sólo hace falta una cosa: sororidad. En el feminismo todas contamos. Las madres y las hermanas, las amigas de toda la vida, las trans, aquella chica que te vio apurada y te dejó un tampax, las racializadas, las que dejaron a ese novio que las pegaba, las LGTB, las trabajadoras y las amas de casa, las que curran doce horas por un salario de mierda, las que no quieren ser la mujer de tu vida porque ya lo son de la suya, las que no soportan a sus jefes, las compas del extranjero, las violadas que fueron valientes y lo contaron, y las que lo silenciaron por miedo a cuestionarios, las que lo denunciaron y aún así fueron asesinadas, las que no ven las cadenas, y las que sienten que les pesan más cada día. Por las que no están y por las que quedan por venir. Por nosotras.


 







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