Los votos de la ira

Vivo en un mundo que no entiendo. ¿Por qué han votado a Trump los ofendidos por él y a Hillary menos mujeres que a Obama; y los pobres a un millonario? Se

Fausto Romero-Miura Giménez
23:36 • 12 nov. 2016

En los países que tienen mar, las gentes de la costa son mucho más abiertas que las del interior. Esto, tal vez explique el sentido del voto en todo el mundo, pero lo de EE.UU., me tiene estupefausto: no entiendo nada. Aunque, casi más que yo, lo están el propio Trump, que esperaba perder, e Hillay Clinton, segura de ganar. 
Me he dado cuenta, definitivamente, de que vivo en un mundo que no entiendo, que no es como yo lo imaginaba. El cambio de siglo y la irrupción de las redes sociales han cambiado el modo de vida, el sistema: los antisistema no son sólo una manifestación de la política, sino de la vida en general, incluida –claro- la manera de hacer política, los Partidos convencionales y la democracia representativa: se está imponiendo el populismo asambleario liderado siempre por algún salvapatrias demagógico, famoso televisivo, sin sustancia política.
Por ello, no puedo explicarme cómo en la democracia   arquetípica puede llegar a Presidente -que es como decir del mundo- un matón, bocazas, patán soez y absolutamente inexperto -se ve que la inexperiencia es un plus: “no soy político, ¡Dios me libre!”,  ha dicho- que ha pasado de la nada política a la presidencia, en plan “El llanero solitario”, en contra de su propio Partido -aunque el 90% de la militancia republicana lo haya votado como única alternativa- de la prensa y de las encuestas. Sólo predijeron su victoria John Carlin -fantástico su artículo- y el infalible Allan Lichtman.
¿Es la televisión, y no la experiencia política ni la valía, la factoría que convierte a payasos en mandamases políticos? Trump, con sus reality, es la última experiencia. El ¿cómico? Beppe Grillo en Italia fue el precursor. En España, la Sexta   y Cuatro  casi viven de crear famosetes de ese corte. 
Es cierto que EE.UU. es un país multitodo, pero estas Elecciones, a mi juicio, confirman que el americano medio es naif, miedoso, ultranacionalista, defensor acérrimo del “América, para los americanos”,  una especie de “Usexit”.  Y cada día más. Frente a la “Nueva frontera” de Kennedy -elegido presidente a los 43 años, frente a los 70 de los dos candidatos de ahora- y su “no te preguntes qué puede hacer tu país por tí, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”- hemos vuelto al, aunque suene a cursi, Papá Estado. Y, así, en vez de progresar en la Historia y que el primer Presidente negro le diese la alternativa como sucesora a la primea mujer Presidenta, se la vaya a dar a una especie de semoviente atrabiliario, un déspota que, entre otras, ha dicho cosas tales como que el calentamiento global es un cuento chino para aniquilar a la industria americana; que restablecerá la tortura para los sospechosos de terrorismo; que va a impedir la entrada de musulmanes en EE.UU.; que deportará a los refugiados sirios y a los once millones de inmigrantes indocumentados; que los mejicanos llevan drogas, crimen y son violadores; que las mujeres, “cuando eres una celebridad te dejan hacer lo que quieras, puedes… cogerlas por el coño”, “sangran por los ojos o por donde sea”; que dará instrucciones al Fiscal General para que meta en la cárcel a la candidata demócrata… 
Bueno -o, peor, malo- ese cafre ha sido votado por más de sesenta millones de americanos, dicen los analistas -¡qué papelón han hecho, así como los encuestadores!- que “la América blanca, rural y pobre”.  ¿No es un contrasentido -en España, sin duda, lo sería- que los pobres del sistema voten a un multimillonario ultracapitalista en vez de a la candidata demócrata, teóricamente social? 
Claro que esta señora –de la que el domingo pasado escribí: “¿lo dejamos en que carece de carisma?-  se ha revelado eso, carente en absoluto de carisma, de empatía, y sobrada de frialdad, altivez y soberbia: memorable su espantá la noche electoral. Y, para su desgracia, no la han votado ni los jóvenes ni las mujeres: menos que a Obama. Lo ha explicado la actriz Susan Sarandon, conocida progresista, al responder por qué no votaría a esa  mujer: “No voto con mi vagina… El miedo a Donald Trump no es suficiente para que apoye a Clinton, con su historial de corrupción”. 
Supe lo que iba a pasar cuando me enteré de que Pedro Sánchez, el gafe máximo, recordman de las derrotas -ésta, mundial- había ido a EE.UU. a apoyar a Hillary Clinton. Lo dije el martes en la Tertulia de Interalmería TV. 
¡Preparémonos para la que se nos viene encima en Europa! Populismo: en el Norte, de extrema derecha; en el Sur, de extrema izquierda.
Aunque, en América, el propio sistema -o la violencia- frenará las locuras del desquiciado.
¡Y me queda tanto por decir…!


Un año de terror


Se cumple hoy un año del pavoroso atentado de la sala Bataclán de París, con ochenta y nueve jóvenes muertos y sádicamente mutilados. Si los muertos viven en la memoria de los vivos, yo, hoy, los recuerdo.
¿Ha mejorado el mundo desde entonces, es más seguro? 
Esteparios o en manada, hay hombres que siguen siendo lobos para el hombre. No necesariamente terroristas: ¿qué están haciendo muchos Estados contra millares y millares de refugiados?
Cada día me siento más ajeno a un mundo al que no quiero pertenecer.




 


La hija del Kremlin




Es una novela muy interesante de Gonzalo H. Guarch, en la que Svetlana Stalin, la hija de Stalin, exiliada en EE.UU., a través de un abogado americano –digamos, un poco detective de la historia- trata de confirmar las barbaridades llevadas a cabo por su padre: la muerte -¿asesinato?- de Stalin; la de Beria, sádico y verdugo oficial; el exterminio por Stalin de todos sus colaboradores; los  genocidios de las etnias de la URSS; la falsificación el testamento de Lenin, el papel reservado a Lenin y a Trostki...


Leonard Cohen




El viernes, un amigo me envió este e-mail: “¿se ha muerto Leonard Cohen para no ver la investidura de Donald Trump o recoger el Nobel a Bob Dylan o como solidaridad con Francisco Nieva?” 
Es más sencillo: somos tiempo y, acabado el que nos corresponde, se acaba todo. También los mitos colmados de autoridad moral, como Leonard Cohen, quien al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras -como poeta- dijo: “La poesía viene de un lugar que nadie controla y nadie conquista.” 
Se ha ido a ese lugar.



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