La leyenda de Macgregor

Diego Martínez Cano pasó por el fútbol dejando una huella imborrable con el Atlético Macael

Tony Fernández
15:08 • 12 dic. 2020

Ya no quedan jugadores de esta estirpe capaces de lanzar un córner y rematarlo. Se ha perdido la estampa de Franz Beckenbauer sacando el balón jugado desde atrás sin fallar un solo pase, y no quedan futbolistas como Macgregor, capaces de poner en pie a una afición gritando gol enloquecida.



Hoy triunfa en el mundo de los negocios y ha presidido la Cámara de Comercio de Almería, pero para todos Diego Martínez Cano siempre será Macgregor, el capitán del Atléti.



Líder de Las Nieves



En el campo nunca tuvo amigos. Llegaba el primero al vestuario de Las Nieves y se marchaba el último curando las heridas de la batalla. Era Macgregor un jugador total que condicionaba todas las alineaciones del Atlético Macael y ponía ceros a las primas. Tan fácil era el equipo como diez y Macgregor; y entrenador y compañeros le consultaban antes de la jornada lo que se jugaban, porque además de los puntos, estaban las primas del presidente Pedro Pastor.



El Macael tuvo grandes técnicos en el banquillo, pero en el campo todos hacían lo que mandaba Macgregor. No hablaba mucho -cuando lo hacía era en tono medio-, y marcaba su territorio con sus compañeros y con rivales a los que saludaba con deportividad a la llegada a Las Nieves. Cuando pitaba el árbitro ni los conocía. Lo suyo era ganar.



Dominó las dos áreas



Era el más alto de todos y esto no le impedía tener un toque exquisito de balón y una fiabilidad en el pase perfecta. Le tiraron los tejos de la capital y de clubes del levante español, pero Macgregor no vivía del fútbol. Un ‘macaelero’ no necesita cobrar para sentir el ¡Aúpa Atléti!



Tenía el don de la oportunidad para evitar un pase de gol en su portería y un juego aéreo que le hizo marcar los goles más bellos de cabeza.

Jugaba por pasión. Algunos técnicos iban más lejos y pedían a su estrella que actuara por delante de la defensa y hasta de ‘9’ por su gran juego aéreo. Pero Macgregor iba a su bola. Lo suyo era servir al Atléti, sin más.


Eterno capitán

Cuando Diego notaba a los seguidores calientes con el árbitro, daba un paso al frente y delante del juez dejaba claro que antes de tocarlo se las verían con él, y cada uno a su casa. El brazalete le quedaba de cine y ejercía todas las labores de mando y dejaba huella entre los que pasaron por el mítico campo Las Nieves. Macgregor da para un libro y la obra mejorada la ha escrito don Diego Martínez Cano. Qué grande.


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