Moisés Ruiz Tocón, un hombre de fuego

Se metió en política para hacer pabellones y se marchó tan pancho

Moisés Ruiz, grande.
Moisés Ruiz, grande. La Voz
Tony Fernández
12:59 • 04 ago. 2019

Se marchó recién cumplidos los cincuenta dejando muchas cosas por hacer. Se perdió los Juegos del Mediterráneo y creo que no llegó a ser alcalde de Alboloduy. Era un volcán. Una idea hecha hombre. Un hombre de fuego que iba con todo por sus ideas y nos metió el voleibol en las venas.




El hombre
Para todos era ‘El Moi’ y creo que solo Juan Carrillo y Juanjo Moreno lo conocen mejor que yo. No es que estuviésemos todo el día juntos pero vivimos unos años maravillosos en aquellos ochenta cuando explotaba la movida madrileña y nuestros niños se dormían en la cabina del pabellón ante los interminables partidos. Moisés Ruiz tenía una idea de vida. Un modelo a seguir. Un deporte por el que luchar y una fuerza interior que te convencía.




Era capaz de estallar en un banquillo y con la misma fuerza se abrazaba al árbitro tras el partido. Moría por sus jugadores, por sus directivos y por su club. No vino al deporte para servirse de él. No ganó un duro como entrenador y todo salía de su trabajo. Lo suyo era una fiebre del sábado noche cuando se empeñó en que Almería fuera una ciudad con voleibol “de categoría y lo vamos a conseguir”, decía convencido. Largas horas al teléfono nos costó llegar a la meta.




El político
Que me perdone Fernando Matínez que fue quien lo metió, como antes Santiago Martínez Cabrejas a Juan Rojas. Ni el uno ni el otro. No eran políticos y a los dos les falló el corazón. Moisés entró en política “para hacer pabellones que no pueden estar los niños pasando frío en las pistas de los colegios”, decía convencido de que lograría cambiar para siempre la fisonomía de la ciudad.




Mucha parte de culpa de lo que hoy tenemos es de Moisés Ruiz que se ganó un lugar en la ciudad primero y en el pueblo de mujer después. En la capital hizo una gran labor y en Alboloduy no la pudo terminar porque quería ser el alcalde y cambiar para siempre lo que él consideraba mejorable, pero no tuvo tiempo de hacerlo. Un día se paró su corazón y cuando entren al cementerio a 50 metros a  la derecha allí está Moisés. Siempre le pido por nuestro deporte.







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