El análisis de una Copa que acabó en pesadilla

En sus inicios, la Copa del Rey fue una fiesta para la afición del Almería, que vio cómo su equipo se imponía en La Rosaleda e iniciaba una racha de éxitos, pero ha acabado en tragedia con una esperpéntica representación frente al Villarreal. Fran Fernández fue fiel a los principios que había venido aplicando en los partidos de Copa del Rey y se presentó con su plan B en el Estadio de La Cerámica. Era lo correcto, porque en 72 horas el equipo tenía que afrontar el duelo copero, el viaje de regreso a Almería y el de ida a Oviedo, y el partido del Carlos Tartiere.

Lo que ya es más discutible es que con estos mimbres y ante un rival que actuaba con sus primeros espadas sin mirar a la Liga, porque el dueño del cortijo se jugaba la cabeza, el Almería presentara su esquema habitual de presión y defensa bastante adelantada.

Tirando de manual
El Almería recibió ocho en el Estadio de La Cerámica porque se presentó con su plan B, y porque tuvo enfrente a un rival de calidad superior, pero, errores individuales al margen, los goles encajados en Copa no han hecho sino convertir en hemorragia la moderada sangría que el equipo padece en la Liga. A los entrenadores contrarios les basta con tirar de manual para buscar el juego directo al amplio espacio entre el portero y su defensa, que les genera el sistema para hacer peligro. El sábado, el Almería tendrá que hacer frente al Oviedo con lo puesto, con los de siempre, y a esperar que la Virgen del Mar nos vuelva a tener presente, porque a Toché y compañía ya se les hace la boca agua pensando en el festín que pueden darse. Obligado, pero elegante, el gesto de Fran Fernández de pedir perdón por el agravio infringido a la afición.